El secesionismo catalán, que todo lo pudre con sus intrigas permanentes, ha empezado a carcomer a la selección española de fútbol, la de la generación de jugadores más exitosa de nuestra historia, la del Mundial y las dos Eurocopas. La definición de Guardiola o Xavi nada más colgar las botas y la indefinición de Piqué, el protegido de Del Bosque, tiran hacia abajo del equipo nacional en las audiencias y también, por qué no decirlo, en el cariño de la gente. La afición no comprende que su seleccionador aguante impávido que se humille al Rey o se insulte el himno nacional y que, a renglón seguido, se ponga del lado del jugador de Guanyarem cuando le pitan en León o en Oviedo, levantando un muro entre él y los seguidores españoles; tampoco acaba de asimilar que un tipo como Iniesta, que es de Albacete, se ponga lamentablemente de perfil cuando le preguntan. Bueno o malo, lo cierto es que el fútbol tiene poco que ver con el apoyo, cada día que pasa más debilitado, de los aficionados, que lo único que exigen es sentirse bien representados. Del Bosque ha abierto una herida que será muy difícil cerrar.
Todas las dudas que existen con la España futbolística se ven disipadas sin embargo con la España baloncestística, que al igual que su hermana mayor también lo ha ganado todo. A nadie se le ha ocurrido apropiarse jamás individualmente de un éxito que es general... y nacional. Cuando la selección gana, ganamos todos; cuando la selección pierde, todos perdemos. Gana la selección y gana la nación porque, y a las pruebas me remito, las declaraciones del barcelonés y catalanísimo Pau Gasol han sido siempre claras y diáfanas; ayer mismo, sin ir más lejos, nada más haber dado pasaporte a Francia en Francia, el mayor de los hermanos Gasol volvió a hacer una exhibición patriótica después de machacar el aro: "Jugar para tu país es algo especial, algo único, un orgullo". Y yo no puedo por menos que imaginarme a Artur Mas revolviéndose en el sillón de su casa. Y, como él en el palco del Camp Nou ante Felipe VI, esbozo una sonrisa.
Del Bosque, que nació en Salamanca, tendría que hacer la siguiente reflexión: ¿Por qué sí hay dudas conmigo y no con Sergio Scariolo, que es de Brescia?... El éxito de la selección de baloncesto es coral... aunque nadie duda que el liderazgo del equipo corresponde necesariamente a Gasol, que es un jugador universal que presume de ser catalán y español, y no necesariamente por ese orden. Ayer recuperé sensaciones, vibré con las canastas de Pau, con el coraje de Llull, la finura de Sergio Rodríguez o la bravura de Reyes; no eran de Barcelona, Menorca, Tenerife o Córdoba, eran de España. Y como eran de España y de repente España perdía y al minuto siguiente España remontaba, los españoles nos sentimos bien representados y decepcionados o ilusionados dependiendo del marcador a favor o en contra. Con este equipo no hay dudas: la nación siempre por delante de la selección. Es la diferencia que hay entre Piqué y Gasol.