A Neymar se le critica mucho el peinado, esa cresta que exhibe al más puro estilo del gallo Claudio, aquel que decía eso de "Digo hijo, digo hijo, digo". En realidad, del comportamiento del chico sabemos poco más que ese peinado que le gusta lucir, aunque hay quien se ha zambullido en la piscina de su vida privada, como antes hicieron con Manolito Adebayor. De él se ha dicho, con el único objeto de desacreditarle antes incluso de llegar, eso tan gráfico de que "tiene una pedrada". Pero peor que las crestas físicas, que al fin y al cabo se solucionan con unas buenas tijeras, son las crestas morales, las crestas intelectuales, las crestas institucionales. Del espantoso ridículo que los dirigentes del Santos, y en especial su presidente, están dispuestos a hacer, puede darnos una idea aproximada el hecho de que vayan a pedirle a Pelé, que tiene 70 años, que juegue con ellos el Mundialito. Ahora sí que sí.
Tuve meridianamente claro desde el primer momento que el Real Madrid estaba negociando con unos auténticos filibusteros. Tampoco es la primera vez que esto le sucede al equipo blanco, de ahí justamente que Florentino Pérez se haya curado en salud asegurándose la palabra del jugador, en la que probablemente tuviera una fe ilimitada, a través de un hipotético compromiso que recoge su firma y en el que el chico se habría comprometido a pagarle al club blanco una cantidad cercana a los 100 millones de euros en caso de echarse para atrás. Yo creo que el que realmente "tiene una pedrada", y del que no se puede esperar nada bueno, es el tal Ribeiro, que ahora sale diciendo que los españoles nos creemos que sigue en pie el Tratado de Tordesillas. O sea, la cresta.
Ya he dicho que yo no traería a Neymar porque habría fichado al Kun, pero eso no deja de ser en cualquier caso otro ejemplo del fútbol-ficción. La situación es la siguiente: Agüero no vendrá, Mourinho piensa que a la plantilla le sigue faltando un delantero, en el club le habrían asegurado que el brasileño llegará tras el Mundialito y el portugués estaría dispuesto a tirar hasta entonces con Benzema, Cristiano e Higuaín, que tampoco está nada mal. Abróchense los cinturones hasta entonces y preparánse para eschucharle al tal Ribeiro una profusa retahíla de chorradas acerca de lo divino y de lo humano. Si al final resulta que Neymar es de verdad el nuevo Pelé, la odisea habrá merecido la pena; pero si acaba siendo otro Robinho, no sé, no sé...