A Roberto Bautista le informaron del empeoramiento de salud de su padre mientras jugaba la nueva Copa Davis con España. Se ausentó el jueves de la concentración y llegó justo a tiempo para verle expirar. Cualquiera en su lugar habría seguido el duelo en el domicilio familiar, cualquiera en su lugar se habría quedado en su casa llorando la muerte de su progenitor y cualquiera de nosotros lo habría entendido, lo habría asumido y justificado porque uno de los tragos más amargos por los que se puede pasar es el fallecimiento de un padre. Cualquiera sí, Roberto no; Roberto regresó a la concentración y jugó y ganó un partido que resultó decisivo para que al final España conquistara el campeonato del mundo de tenis. Ese gesto de absoluta generosidad sirvió para que sus compañeros dieran aún más si cabe el do de pecho, lo mejor de sí mismos.
El ejemplo de Roberto Bautista sirvió de acicate al equipo español. Aupados por el dolor de su amigo (porque eso es lo que son los integrantes del equipo de Copa Davis, cinco amigos) y arropados por el público, los jugadores capitaneados por Bruguera en la silla y por Nadal en la pista conquistaron el más prestigioso título de equipos nacionales del tenis mundial. Durante el discurso de Bautista a Nadal se le saltaron una lágrimas de emoción, la de un gran campeón también sin la raqueta. Y en la posterior rueda de prensa, al ser interrogado por su gesto, nos dimos cuenta de que Roberto Bautista, que no entendió la pregunta y pidió que se la repitieran antes de llevarse las manos a la cara y recibir una palmadita de solidaridad de Nadal, había jugado groggy, noqueado por la tragedia, anestesiado por el dolor de la muerte de uno de sus seres más queridos.
Así que, como bien dijo Nadal, y a él hay que creerle a pies juntillas, esta Copa Davis pasará a la historia por el gesto de Roberto Bautista, un tenista que despuntó en la treintena y que ahora nos ha dado a todos una lección de coraje y de gallardía. Además, el mensaje de unión por encima de todas las cosas que nos lanzó el equipo de Copa Davis, y en unos momentos políticos de resquebrajamiento de la nación española, fue muy claro: unidos somos más fuertes, unidos podemos con todo, unidos somos imbatibles. Unidos. Para referirse al esfuerzo de los integrantes del equipo, el propio Roberto Bautista dijo eso de "esto lo hemos conseguido porque somos españoles". Un deporte, en este caso el tenis, fue capaz de vertebrar a España muy por encima de políticos, intereses bastardos, negociaciones por debajo de la mesa e intercambio de votos por favores económicos.
En el momento de mayor euforia, justo después de haber ganado el último punto, Nadal, elegido mejor jugador del torneo, tuvo el detalle de dar un paso al costado para reconocer que el ejemplo de Roberto Bautista había supuesto para ellos una motivación extra. Y, además, Rafa Nadal tuvo la suficiente sangre fría para analizar el futuro inmediato de nuestro tenis, que, con la mayoría de jugadores por encima de los treinta años, es poco halagüeño. Lo que, a grandes rasgos, vino a decirnos Nadal es que el de ayer en la Caja Mágica puede ser (ojalá que no) uno de los últimos servicios que la generación de tenistas encabezada por él nos vaya a dar a todos. Lo que vino a decir Nadal es que hay que ponerse las pilas y buscar cuanto antes, y si es posible, nuevos Nadales que hereden su trono. Desde hoy a trabajar en ello y, desde ayer, a reconocerle de por vida a Roberto Bautista su tremendo gesto de solidaridad, generosidad y personalidad a raudales. Enhorabuena, campeones. Enhorabuena, Roberto. Felicidades a todos... aunque la organización del torneo, que acabó con final feliz, sea mejorable.