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El penúltimo raulista vivo

Keylor, Casillas, De Gea...

A Keylor Navas, revelación de la Liga con el Levante y probablemente el mejor portero del Mundial, estuvo a puntito de merendárselo ese estatus especialísimo del que llegó a disfrutar Iker Casillas. A diferencia de otros años en los que el club fichaba medianías, el Real Madrid decidió contratar primero a Diego López, que también salió herido de la contienda, y más tarde a Keylor. Navas era de los mejores, indiscutible e indiscutido, y aún así tuvo que esperar todo un año sentadito en el banquillo. Aguantó, apretó los dientes, decidió que quería triunfar en el Madrid y luego, cuando tuvo la primera ocasión, la cogió al vuelo. Por lo demás, Keylor no alzó jamás la voz ni mostró su disgusto por no ser titular o por no jugar un poco más. El Madrid había fichado un jugadorazo, sí, pero después de una temporada virgen de portería cabía la duda de si aquel guardameta excepcional habría encogido con el paso del tiempo.

Keylor ya había respondido adecuadamente a esa pregunta durante la pretemporada pero resulta que este sábado, y por si aún quedaba alguna duda al respecto, corroboró que su barbecho no ha hecho otra cosa que aumentar su crédito, ayudarle a madurar y transformarle en un portero que está a la altura de la inmensa exigencia de un club como el Real Madrid. Ese sufrimiento del costarricense y el hecho de no haber cuestionado en público la titularidad de Casillas, ha sido, al parecer, bien acogido por la plantilla: tras el 5-0 ante el Betis y después de un par de paradones antológicos, y entre ellos el de un penalti, Marcelo, a quien se le preguntó por su gol favorito, quiso destacar la actuación del portero del equipo. Sintomático.

Dicen que el Bernabéu está con Keylor. El Bernabéu está hoy con Keylor, sí, pero las cañas pueden tornarse lanzas a las primeras de cambio. Quienes hoy, apuntando a la especial situación por la que está atravesando De Gea en el Manchester, niegan que exista un problema deportivo porque la portería está excepcionalmente bien cubierta con Keylor y con Casilla eran, más o menos, los mismos que hasta hace un mes pensaban que la salida de Iker supondría la desaparación del Real Madrid como institución. Ahora, hoy, después del partido del sábado, resulta muy sencillo ponerse del lado de Keylor, que cuando necesitó apoyo real y verdadero sólo sufrió desaprobación, miradas por encima del hombro y recelo, mucho recelo.

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