En el año 2008, no hace en realidad tanto tiempo de aquello, en una página de Internet se hacían la siguiente pregunta: "¿Es Casillas-Dudek la mejor pareja de porteros del mundo?"... Las respuestas se inclinaban mayoritariamente por el "sí", pero no por la aportación del ex del Liverpool sino porque, por aquel entonces, probablemente no existiera ningún guardameta mejor que Iker. De hecho, lo más sonado que hizo Dudek fue arremeter contra uno de sus entrenadores, José Mourinho, desvelando hace poco, estando él ya retirado y su antiguo jefe a miles de kilómetros, algunos secretos de vestuario en los que, por línea general, el portugués quedaba fatal. El caso es que Jerzy llegó al Real Madrid en 2007, con 34 años, ya talludito, y debutó en aquella Liga en la penúltima jornada, frente al Zaragoza, en partido que acabó con empate a dos en el marcador. Al año siguiente, Dudek jugó dos partidos de Copa del Rey y encajó 6 goles... ¡ante el Real Unión de Irún!... Su temporada se cerró ante el Zenit, en Champions.
Aunque acababa su contrato y pese a su invisibilidad, en el club decidieron renovarle y, tras el bochornoso espectáculo del Alcorconazo, Pellegrini, el del "puntaje", no volvió a contar nunca más con él; Mourinho, que fue precisamente quien denunció la nula resistencia que Dudek estaba en disposición de ofrecerle a Casillas, evidentemente tampoco lo hizo. Así que la pregunta del inicio ("¿Es Casillas-Dudek la mejor pareja de porteros del mundo?") sólo cabe interpretarla como una broma del estilo, por ejemplo, de "¿Fue Paco Gento-Manolín Bueno la mejor pareja de extremos del mundo?"... No discuto que Dudek tuviera algún valor como correveidile, como chivato, pero como portero, que es el trabajo que aparecía en su nómina, la verdad es que pasó sin gloria: en realidad, y a lo largo de cuatro años de convivencia, la pareja Casillas-Dudek no dejó nunca de ser una pareja de uno, Iker.
De repente dicen que vuelve el debate de la portería, en esta ocasión con Casilla y Keylor. Es, por fin, un debate deportivo, algo que echábamos mucho de menos. Tanto uno como otro han demostrado que son unos fantásticos porteros, que saben mandar, colocar a su defensa, que tienen reflejos, que salen con seguridad, que blocan, que cuando rechazan un balon no lo hacen al centro y que, cuando la pegan con el pie, suelen dársela a un compañero y no cedérsela amablemente a un rival. Ese debate sano, ese debate deportivo y no el otro, el debate cargado de bilis, el debate venenoso, era absolutamente imprescindible en una portería como la del Real Madrid y, al menos desde que tengo uso de razón, ha existido siempre. Se regresa, pues, a la normalidad, lo otro sí que era una originalidad.
La sombra de Iker era tan alargada y su estrella tan brillante, que probablemente se produjo en el club cierto complejo a la hora de fichar otros porteros que pudieran competir realmente con él y, por qué no, llegar a discutirle algún día el puesto. Era tan extraordinario Casillas, tan indiscutible, su influencia era tan gigantesca, que acabaron por traerle agradaores, suplentes psicológicos y animadores con pompón mental y no fieros competidores, que es lo que necesita la plantilla del mejor club del siglo XX, y eso terminó siendo desastroso para el club, por supuesto, pero también para el propio jugador, que al séptimo día descansó. Casilla o Keylor, Keylor o Casilla, lo harán bien, y ahora que por fin, y desde que lo ponen en práctica con asiduidad Simeone y Luis Enrique, ya se puede rotar en la portería sin que el periodismo enloquezca y crea que el cielo caerá sobre sus cabezas, Rafa Benítez podrá contar con uno u otro sin que se arme la III Guerra Mundial.