Parecía que, por una vez y sin que sirviera de precedente, no se iba a hablar de que el Balón de Oro estaba manipulado por la alargada mano de Florentino Pérez o de que era un premio inservible puesto que no premiaba al mejor, que siempre es Messi. Daba la impresión de que, al menos en esta ocasión, íbamos a salir indemnes puesto que, fundamentalmente desde Barcelona, que es, como se sabe, la cuna de la objetividad y el buen juicio futbolísticos, no se iba a poner en tela de juicio que el premio de la revista France Football reconociera, al fin, los méritos de quien realmente los tenía. Messi le ganó por siete puntos a Van Dijk y ayer, en El Chiringuito, José Félix Díaz reconoció que, bien avanzado el mes de noviembre, todo el mundo tenía claro que ganaría el defensa central del Liverpool, pero de eso no interesa hablar porque lo ganó quien, después de tres años sin ganarlo y cuatro sin oler la Champions, debió ganarlo... en justicia culé. La revista francesa ya tiene su portada, la de "Leo Messix", que vende indudablemente mucho más que la de Virgilio, a quien se conoce mucho menos.
Estaba todo el mundo feliz y contento, por una vez no había habido bolas (o votos) calientes, incluso Lukita Modric tuvo el detallazo de ir a París a entregarle el Balón de las narices a Messi, nos encontrábamos comiéndonos tan ricamente nuestras perdices cuando, de repente, Chiellini lanzó el primer dardo... ¿contra quién? Pues sí señor, contra el Real Madrid como no podía ser menos. ¿Por el Balón de Oro de 2019? No, no, qué va, por el Balón de Oro de la temporada anterior, el que ganó precisamente Modric. Según Chiellini, lo del año anterior sí que fue un robo porque Cristiano tendría que haberlo ganado pero, puesto que Florentino estaba muy enfadado con él por haberse ido a la Juve, no lo hizo porque el club blanco, que a lo que se ve resulta imposible que esté en todas las sopas, intervino para impedirlo. La acusación de Chiellini no se sostiene puesto que, de haber ganado su sexto Balón de Oro en 2018, el premio se le habría contabilizado a Cristiano como jugador del Real Madrid y no de la Juve, aunque también hay que encuadrarla en un movimiento táctico de club al que, como un solo hombre, han acudido como moscas al rico panal de miel De Ligt o el mismísimo Fabio Paratici, director deportivo del club italiano, y como una sola mujer Katia Aveiro, que para algo es la hermana de Cristiano.
Es duro, lo sé. Es duro porque la Juventus es un club histórico del fútbol mundial, uno de los más grandes. Es duro porque en Turín eluden la cuestión, que es la que yo mismo recordaba aquí ayer, y es la siguiente: ¿qué tiene el Real Madrid que no tenga la Juventus? Pues 13 Copas de Europa. ¿Y qué premia el Balón de Oro, según confesión de los propios organizadores, por encima de cualquier otra cosa? Pues la Copa de Europa. Luego, ¿dónde será más fácil ganar el Balón de Oro, en el Madrid o en la Juve? Aunque el hueso duro de roer, pero duro, duro, que tiene el equipo italiano no es la cortina de humo del Balón de Oro sino si ellos invirtieron más de doscientos millones de euros por un delantero de 33 años para ganar el Scudetto o para asaltar el cielo de la Champions. Ahí, y no donde quiere situarlo Chiellini, que es un hombre de club, es donde hay que situar ahora mismo el debate. El debate hay que centrarlo donde lo colocó Nicola Amoruso, que dijo el otro día que Cristiano se estaba arrastrando por el campo. Y tiene contrato hasta junio de 2022, para entonces tendrá 37 años. Ese es el debate, y no otro. Ese. El debate que ya generó polémica en su día en el consejo de administración de la Juventus cuando hubo voces que alertaron de lo peligrosa que era la operación de Cristiano.
Como Florentino estuvo cumbre vendiendo a CR7, como tuvo un comportamiento ejemplar de contención institucional, ahora hay que meterle el dedo en el ojo de un Balón de Oro de hace un año. No recuerdo a nadie, tampoco a Chiellini, que saliera a dar la voz de alarma cuando lo ganó Luka Modric. Es más, todo el mundo reconoció la justicia de la decisión y se alabó que se abriera un paréntesis entre tanto Messi y tanto Cristiano. Además de por su fútbol, Modric habría merecido el galardón por su comportamiento, que siempre es ejemplar tanto dentro como fuera del terreno de juego. Y confieso que esta batallita entre niños mimados empieza a aburrirme. La única diferencia entre el Balón de Oro del lunes y el de la temporada anterior es que el del año pasado lo ganó quien debía ganarlo y éste quien debiera haberlo ganado quedó a siete puntos del primero. Lo demás, ruido, mucho ruido y poca nuez.