Twitter lo carga efectivamente el diablo. Contaré una experiencia personal que ayer acabó con servidor bloqueado en dicha red social por un periodista amigo desde hace la friolera de quince años. El colega en cuestión puso un tuit que decía, más o menos, lo siguiente en referencia al exceso de velocidad y la posterior huída de la policía protagonizadas por James Rodríguez: "Claro que hay una campaña, la de la DGT"; y a dicho tuit, retuiteado a su vez por otra persona, yo respondí esto: "Al menos él no dirá, como Gabi, que hizo lo que le pidió el club". Una cosa llevó a la otra, él me llamó ruin, yo le dije que aprovechaba cualquier ocasión para hacer daño al Real Madrid, él me respondió que estaba justificando un delito, yo le respondí que él llevaba mucho tiempo tapando otros, él pretendió darme lecciones de buen periodismo, yo no se las acepté ni gratis... y todo esto acabó en un bloqueo mútuo: él primero a mí y yo después a él, más que nada porque Twitter tiene su propio lenguaje y, al menos entre personas que se conocen, el bloqueo es lo más parecido que existe a una declaración de guerra en toda regla.
De ahí a que alguien dijera, como así sucedió, que yo estaba justificando que James fuera con su coche a más de 200 kilómetros por hora y huyera de la policía hasta la entrada de Valdebebas, había un caminito muy corto que, por supuesto, se recorrió. De ahí a que alguien añadiera, como así pasó, que yo estaba diciendo que la persecución policial formaba parte de la campaña contra el Real Madrid denunciada tan oportunamente por Benítez, había otro trechito de nada. De ahí a que alguien rematara, como así aconteció, que yo estaba faltando al respeto al Real Zaragoza (¡al Zaragoza!) por limitarme a copiar y pegar las declaraciones efectuadas ante el fiscal por el actual capitán del Atlético de Madrid en las que admitió el presunto amaño del Zaragoza-Levante de 2011, otro pasito. Así, con el ventilador puesto al máximo rendimiento, pasó a un segundo plano lo que quien esto suscribe, en respuesta a un periodista amigo, dijo en realidad: él gastó una bromita con lo de James y yo, que también soy muy alegre y jovial, gasté otra chanza con lo de Gabi, quien, por cierto, continúa jugando en el Atleti y portando ni más ni menos que el brazalete de capitán pese a las gravísimas acusaciones que hay en su contra cuando, según parece, a Benzema, que sólo está siendo investigado, era necesario deportarle cuanto antes a la Isla del Diablo.
Lo de James, claro, es impresentable. Y sus explicaciones ("Pensaba que podía tratarse de un secuestro", "No oí a la policía") surrealistas. James empezó como un tiro, humilde y educado, aguantando toda la basura querellable que se arrojó sobre su fichaje, aprovechando cada minuto que le daba el entrenador y admitiendo su papel de actor secundario; desconozco en qué momento haya podido torcerse y por qué le pasó. Ahora nos encontramos con un futbolista que pone caras, manda recados... y circula a 200 kilómetros por hora por la M-40. Todo muy macarra. No me gusta, y el club debería tomar cartas en el asunto. Pero de ahí a hacer por eso una causa general contra el Real Madrid Club de Fútbol dista un abismo que algunos disfrutan transitando en 140 caracteres. Mezclando las quejas de Benítez con el incidente protagonizado por James lo único que se pretende es hacerle el mayor daño al club blanco en el menor tiempo posible, y por ahí sí que no paso.
Nadie cometió la chaladura de acusar a la Juventus porque Arturo Vidal condujera ebrio o al Barça porque Maradona se drogara; nadie arremetió contra el Valencia porque Éver Banega se masturbara delante de la webcam pero sin embargo el Real Madrid, y especialmente su presidente, sí tienen la culpa de que James conduzca a 200 kilómetros por hora camino del entrenamiento. Todos los jugadores anteriormente citados nacieron con un don para el fútbol... pero no tienen por qué ser ciudadanos ejemplares en sus vidas privadas. Jovenes, ricos, mimados y triunfadores, el caso es que a algunos (no a todos, afortunadamente) les da de vez en cuando por beber, drogarse, masturbarse en público o, como es el caso de James, conducir un día a 200 kilómetros por hora. Por supuesto que, como sucede con todos los ciudadanos, Rodríguez deberá afrontar las consecuencias que se deriven de sus actos, pero aprovechar estas situaciones para atacar inmisericordemente al Real Madrid o a Florentino Pérez no hace más que corroborar lo dicho por Benítez: hay campaña, claro que la hay, por supuesto que la hay. Ni pensar quiero qué habría sucedido si a cualquier futbolista del club blanco le hubieran condenado a un año de cárcel por fraude fiscal. No sé si me explico.