La entrevista que Isco concede al diario Marca es francamente esclarecedora. El tono general del resúmen que de la misma he podido ver en la página web es de una profunda tristeza. Tres años después de su fichaje por el Real Madrid nos encontramos ante un Francisco Román Alarcón más triste, más desesperanzado, como si ya supiera a estas alturas que la ascensión a la cumbre del Everest, que inició con tanto optimismo allá por 2013, fuera a resultarle imposible porque se le han acabado los víveres y amenaza tormenta. Lo que dice Isco con la boca ("voy a seguir intentando triunfar aquí") no coincide en absoluto con lo que dicen sus gestos, su forma de expresarse. En definitiva: yo creo que, salvo sorpresón, lo que busca Isco ya no es llegar a la cima sino descender poquito a poco hasta el campamento base y, en un futuro próximo, buscar una montaña a su altura, quién sabe si el City, que le pretendió desde los tiempos de Pellegrini, o incluso su Málaga.
A Isco le mató el fichaje de James (un año después que el suyo) y le ha rematado el de Asensio. Demasiados mediapuntas en tan poco espacio. Y, salvo paréntesis muy breves, el chaval tampoco ha conseguido conectar con la grada del estadio Santiago Bernabéu, que es la más difícil del mundo. Cuando se vaya (y de sus declaraciones se extrae que está buscando una salida) nadie podrá echarle en cara que no lo haya intentado, pero la cosa no cuajó. Sólo en una ocasión, con Rafa Benítez en el banquillo, Isco estuvo a puntito de tirar la toalla; tenía ya hecha la maleta y sacados los billetes cuando, de repente, el club anunció la destitución del entrenador y la ascensión a los altares de Zidane. Pero también con Zizou, como antes con Benítez y antes que con él con Ancelotti, Isco se convirtió en eterno suplente. También en eso hay desesperanza: "No soy tonto y sé que si no juego con ningún entrenador es por mi culpa".
Isco fichó en 2013 por cinco temporadas, de modo que su contrato finaliza en junio de 2018. Si el club no ha llamado aún a Pepe, que termina su contrato dentro de nueve meses y que legalmente podría negociar con el club que quisiera dentro de cuatro, menos aún va a dar señales de vida con el malagueño, al que le quedan casi dos años por delante. Es cierto que Isco lo ha intentado todo por activa y por pasiva pero también es verdad que, llegados a este punto, tengo la impresión de que él mismo ha acabado por interiorizar que ya no es el hombre número doce sino el trece o el catorce y que no va a recibir ninguna oferta del Real Madrid para renovar. Todo apunta a que Isco se irá en junio de 2017, cuando el club blanco aún pueda sacar algo de dinero por él. Y también estoy seguro de que triunfará, si es que no lo ha hecho ya, aunque no vaya a ser en el estadio Santiago Bernabéu.