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El penúltimo raulista vivo

Irene Lozano y el triple impulso hacia atrás para el deporte español

Irene Lozano. | <span>EFE</span>

Un año y un mes escaso después, a veintidós días para que arranquen los Campeonatos de Europa de judo en Lisboa, a veintisiete para que empiece en Basilea el Europeo de gimnasia rítmica, a cuarenta y seis para que dé inicio en Budapest el Campeonato de Europa de natación, a menos de dos meses para que Porec, en Croacia, acoja el Europeo de karate, a menos de tres para que la selección nacional de fútbol debute en la Eurocopa, en plena preparación de los Juegos Olímpicos, sin un borrador de la nueva Ley del Deporte (vigente desde 1990) que llevarse a la boca, con la ley antidopaje en el limbo de los anteproyectos, con la tan cacareada profesionalización del fútbol femenino muerta antes de nacer a la vida, enfrentada con el ministro, enemistada con el presidente del Comité Olímpico Español, orillada por el presidente de la Liga de Fútbol Profesional e incluso observada de reojo por su gran enemigo, el presidente de la federación española de fútbol, Irene Lozano, la mujer que debutó en el puesto de secretaria de Estado para el deporte confundiendo la Champions con la Eurocopa, la amante del pilates que le pegó un palo a Florentino Pérez por fijarse en Lopetegui mientras éste era seleccionador nacional, lo deja, se va porque quiere ser algo, lo que sea, en Madrid Comunidad. Cuerpo a tierra.

Recién elegida, Lozano dijo no estar sorprendida por su nombramiento, que pilló a todo el mundo con el paso cambiado, a la vista del impulso político que el Gobierno pretendía darle al deporte. Irene nunca quiso estar ahí, así que no estaban del todo errados quienes sostenían la teoría de que la jefatura del deporte era para ella una suerte de premio de consolación. Aquello, según recuerdo, también molestó mucho a la ya ex secretaria de Estado porque era una ofensa gravísima para la gente del deporte con la que, por cierto, ha tratado de entenderse sin conseguirlo. Su mayor éxito, glosado por sus juglares, fue el denominado Pacto de Viana, el acuerdo entre Consejo, Federación y Liga que ni siquiera logró ella sino que se cocinó en Moncloa. Dice Pedro Cifuentes en El Confidencial que sólo se hablaba con sus excompañeros de España Global y el personal técnico del CSD se quejaba con amargura de que era más bien poco trabajadora. Al frente del deporte español y ni más ni menos que con una Eurocopa y unos Juegos Olímpicos a la puerta de la esquina, a Irene le dio tiempo suficiente para publicar un ensayo titulado ‘Son molinos, no gigantes’, sobre la amenaza de la desinformación en las redes sociales. Si lo que, allá por el mes de enero del año pasado, pretendía Pedro Sánchez con el nombramiento de Irene Lozano era, según confesión de la propia exsecretaria de Estado, darle un impulso al deporte, justo es reconocerle a Moncloa que así ha sido: el deporte español se ha degradado tanto durante este último año que ha pegado un triple impulso... pero hacia atrás.

Sí, ha sido un desastre total. Pero al menos durante este tiempo Lozano ha ofrecido una única versión sobre cuándo podría regresar el público a los estadios de fútbol. Ironía On. Pones en Google "Irene Lozano sobre la vuelta del público a los estadios de fútbol" y te encuentras, y por este orden, unas declaraciones suyas de hace un mes en las que decía que era imposible dar un horizonte, otras de hace dos semanas en las que fijaba la vuelta de los aficionados para después de Semana Santa y otras en las que dice que todo dependerá de la vacunación. El estrafalario nombramiento de Lozano es el síntoma de que al Gobierno le importa un carajo el deporte, de modo que cualquiera de los candidatos que suenan ahora mismo para sucederla (empezando por Pepu Hernández, que se marchita en el Ayuntamiento) sería mejor, al menos al ex seleccionador le gusta el ba-lon-ces-to. Es tan loca la idea de elegir a una profunda desconocedora del deporte precisamente para el puesto de mayor responsabilidad del deporte como lo sería la de nombrar a un diplomado en magisterio ministro de Transportes, a una filóloga ministra de Educación, a una abogada ministra de Trabajo, a un estudiante que aprobó el COU por los pelos ministro de Política Territorial, a un astronauta ministro de Ciencias e Innovación, a una psicóloga ministra de Igualdad o a un filósofo ministro de Sanidad y ni más ni menos que durante una pandemia. Iba a decir que Lozano ha sido una paracaidista cuando he caído en la cuenta de que también lo son, y en ejercicio, Ábalos, Celaá, Díaz Pérez, Iceta i Llorens, Duque Duque y Montero Gil. ¿Cómo distinguir a una paracaidista en un Gobierno plagado de ellos? No le diré, señora Lozano, eso tan feo que le dijo Iglesias a Espinosa de los Monteros de que cierre usted la puerta al salir; y no se lo diré sobre todo porque me temo que hay otra puerta por la que usted pretende colarse. Por cierto, la respuesta es Londres. La final de la Eurocopa se jugará en Londres. Se lo digo para que informe usted como es debido a su sucesor en el cargo.

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