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El penúltimo raulista vivo

Infapérez y Jorgentino, agencia matrimonial

La FIFA elige nuevo presidente. El anterior, Joseph Blatter, ha puesto en el disparadero al máximo organismo del fútbol mundial al conducirlo a sus cotas más altas de corrupción; Michel Platini, que estaba llamado a sucederle y a quien también pillaron con el carrito del helado, dejó a la UEFA tan malherida como Blatter a la FIFA, y ahora es precisamente su hombre de máxima confianza, Gianni Infantino, otro suizo, el favorito en las quinielas junto a Salman Al Khalifa, de Bahrein. Aquí, como en la elección de sede para los Juegos Olímpicos, no se trata en realidad de qué candidatura es mejor o peor, no, sino de quién cuenta con más votos: a Infantino le avalan Europa y Sudamérica mientras que Al Khalifa cuenta con el apoyo de Asia y África. Dicen que África, a quien nadie hace ni puñetero caso, es curiosamente la clave de la elección que se va a llevar a cabo dentro de unas horas.

Villar, nuestro Villar, el Villar del "fúlbol" (que poco a poco ha ido degenerando en "fúrgol" y que, si Dios nos da salud y paciencia, acabaremos viendo transformado a nuestro pesar en un nuevo término, "flúpol" o "flútol", vaya usted a saber) apoya a Infantino. En algún momento a lo largo de los próximos veinte años deberían celebrarse también las elecciones en la federación española, establecidas en principio para el 22 de abril pero aplazadas sine die puesto que el Consejo Superior de Deportes del inefable Miguel Cardenal consideró, yo creo que acertadamente, que el reglamento electoral propuesto por Villar era de todo menos democrático y transparente, más o menos como el de la FIFA para elegir presidente. Y volvemos al principio puesto que tanto el renovador Infantino, que lleva en la UEFA desde que en la tele se estrenó Hospital Central, como el reformador Pérez, que acompaña a Villar desde los primeros capítulos de Eva y Adán, agencia matrimonial, han coincidido en tres cosas: transparencia, transparencia y más transparencia.

Infantino es Platini, que a su vez era Blatter por mucho que él lo niegue, y Pérez es Villar, que es sin lugar a dudas Platini, que era Blatter. Todos son lo mismo y forman parte de lo mismo, un complejo entramado encaminado a conseguir que arriba estén siempre las mismas personas. O sea, gatopardismo puro y duro, "tratativas pespunteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado". Infantino es Platini, Pérez es Villar y tanto Infantino como Pérez son la misma persona, uno calvo y otro con abundante mata de pelo, uno sin gafas y el otro con ellas, pero la misma persona al fin y al cabo. Bien podría hablarse de Infapérez y Jorgentino, cromos intercambiables para que se transmita la falsa idea de que se están removiendo las conciencias cuando nadie pretende por supuesto tal cosa. A mí, lo confieso, me gustaría que ganase Jerome Champagne, no porque crea en absoluto que puede solucionar nada, de hecho no tengo ni la más remota idea de qué propone, sino porque con ese burbujeante apellido se merece sin duda la oportunidad de acabar de enfangarlo definitivamente todo él, de rematar la faena, dicho todo en tono coloquial y torero: "¡Suerte, maestro!"...

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