Al menos sí sabemos que nuestro secretario de lo que nos queda de Estado para lo que nos queda de Deporte es un hombre instruido. Un periodista de la Cadena Cope le preguntó ayer si él pensaba que se produciría algún problema con el Cataluña-Euskadi del próximo 8 de octubre, y él respondió lo siguiente: "por lo que he leído, creo que no". Me imagino que, puesto que lee tanto, no le habrá pasado desapercibida la noticia que aparece publicada hoy mismo en el diario El Mundo y cuyo encabezamiento es el siguiente: "La plataforma proselecciones catalanas inicia una campaña en la que un niño vestido de rojo impide la participación en un partido a otro con la elástica de Cataluña". ¿Cómo se te queda el cuerpo Lissavetzky?
Al parecer la historia transcurre en un campo de fútbol. Un grupo de niños con camisetas de diferentes selecciones están jugando un partido. El chaval vestido con la camiseta de la selección catalana trata de incorporarse al juego y es entonces cuando aparece en escena el chico vestido de rojo, que es el malo de la película, que le impide unirse al partido. A renglón seguido, miembros de la plataforma declaran al periódico que ellos no quieren herir a nadie. Naturalmente. Por supuesto. Faltaría más. Ellos nunca pretenden herir a nadie, somos nosotros los que tenemos la sensibilidad a flor de piel. ¿Cómo se te queda el cuerpo Lissavetzky?
¿Y qué será lo próximo? Agotado el filón de los niños, ¿a por qué irán ahora? Echémosle un poquito de imaginación: en una residencia de la tercera edad, una venerable ancianita vestida con la camiseta de la selección catalana se dirige hacia el salón de la tele, muy despacito, apoyándose en su andador. Montserrat (así se llama la ancianita de nuestro spot) tiene mucho interés en presenciar ese día el partido amistoso que enfrenta a Cataluña y el País Vasco porque debuta su nieto Jordi. Todo el mundo saluda a Montserrat. Todo el mundo quiere a Montserrat. Todos la adoran en la residencia; todos salvo la malvada Dolores. Lola, que va vestida con la camiseta roja de la selección nacional española, ha situado, con evidente mala leche, una cáscara de plátano entre ella y el salón de la tele. Montserrat, claro, se estrella contra el suelo y termina rompiéndose la cadera. Lola sale impune y Montse no puede ver el debut de su nietecito Jordi.