Con Raúl González Blanco pasó que durante mucho tiempo se auguró que cuando por ley de vida pasase al banquillo se convertiría en un futbolista problemático tanto para el equipo como para el entrenador de turno. Y, como en tantas otras ocasiones, resultó que la realidad fue radicalmente opuesta a lo que se nos había contado. Raúl fue pasando poco a poco al banquillo del Real Madrid y como suplente no dio absolutamente ningún problema, ni uno. Por cierto que poco antes, y con motivo de la exclusión del 7 de las convocatorias de Luis Aragonés (exclusión, por cierto, aún no explicada ni razonada), se dijo exactamente lo mismo; y Raúl no sólo no causó ningún problema al seleccionador nacional sino que provocó una rueda de prensa conjunta con quien acababa de descabalgarle del equipo nacional para que los aficionados dejaran de acosarle pidiendo su regreso y se dedicaran a apoyar a España, su España.
El maltrato a Raúl vino en parte provocado por la maledicencia de los satélites de Luis. La gente que revoloteaba alrededor del seleccionador justificó la decisión de Aragonés por un presunto pulso con tintes mafiosetes del capitán del Real Madrid. Acerca de ese plante he oído más de diez versiones distintas pero ninguna ha salido de boca del propio Luis, cuestión ésta que una noche le afeó en Onda Cero Alfonso Azuara, que había sido amigo y confidente suyo, provocando en la radio la III Guerra Mundial. Pero aquel día Azuara tenía razón: Luis Aragonés fue cobarde al no dar la cara y confirmar o desmentir en su caso la cantidad de barbaridades que se dijeron de Raúl. Por el contrario, Raúl no ha abierto jamás el pico y no creo tampoco que lo haga. Luis prescindió de él, Del Bosque decidió no concederle el cheque en blanco que luego sí ha regalado por designio divino a otros internacionales y Raúl aceptó su nueva situación en silencio y con una disciplina espartana, trabajando más que nunca y marcando muchos goles en la Bundesliga.
También le faltó al respeto a Raúl un amplio sector de aficionados madridistas, infinitamente mayor y bastante más beligerante que el que hoy cuestiona por ejemplo a Casillas. Le dieron la espalda a su capitán. Lo más bonito que le llamaron fue Baúl. Muchos periodistas que hoy llaman cáncer y ultras a aquellos aficionados que prefieren a Diego López se dedicaron a reír las gracias y a jalear a estos otros. La respuesta de Raúl consistió en seguir dando ejemplo de profesionalidad y de implicación con su club. Hoy vuelve Raúl al estadio Santiago Bernabéu, su estadio. Y me sorprende, por incoherente, la riada de elogios dirigidos hacia alguien que acabó siendo repudiado en España probablemente por ser, éste sí, un emblema del madridismo. Bien está lo que bien acaba y supongo que el paso del tiempo nos da a todos una visión distinta de algunas jugadas pasadas. El título de este blog, El penúltimo raulista vivo, responde precisamente a la soledad que por aquellos días sentimos algunos raulistas. Pero hoy, justamente hoy, precisamente hoy, no es el día para que yo elogie a Raúl. Hoy dejaré que le elogien aquellos que le criminalizaron. Tampoco me extrañaría demasiado que alguno de ellos me dijera que yo nunca fui raulista.