Ni una semana ha pasado desde que el Bayern anunciara el sorprendente fichaje de Pep Guardiola como nuevo entrenador a partir de junio de 2013 y lo que en principio parecía un curioso ménage à trois entre el club alemán, el ex del Barcelona y Heynckes, que jugaba teóricamente en toda esta película el papel de marido consentidor y voyeur, se está convirtiendo en una historia de traición y celos al más puro estilo shakesperiano versión Alta Baviera. A Jupp, que peina canas y que ya dirigía equipos de fútbol cuando Pep todavía iba al colegio y soñaba con ser algún día Johan Cruyff, no le ha gustado ni mucho ni poco que vendan desde su propio club una historia oficial incapaz de resitir el menor embate, una milonga que se cae a trozos y que le dejaba a él en la incomodísima posición del marido consentidor que acepta lo irreversible de la situación ante el empuje del otro, mucho más joven y más guapo.
La cosa ya empezó a oler a podrido en la Hofbräuhaus después de revisar la grabación de la ceremonia de la entrega del Balón de Oro en la cual, preguntado por el interés del Bayern en hacerse con sus servicios, el propio Guardiola manifestaba que sería una descortesía por su parte hablar con un club que tenía un entrenador en el banquillo; luego nos enteramos por el representante de Pep de que el acuerdo se había cerrado en Navidades, varios días antes de que éste soltara una señora trola (y además delante de Del Bosque, cuestión que sin duda convierte en más pecaminosa su actuación) con la corrección propia de un chico de Eton. Cuando el olor a muerto era indisimulable en el Allianz Arena salió entonces el pobre Karl-Heinz Rummenigge a oficiar como monaguillo del nuevo Steve Jobs catalán y a contarnos que Heynckes no sólo estaba feliz con su deportiva y lustrosa cornamenta sino que había sido él mismo quien sugirió el nombre de su sustituto. Aquello hacía aguas por todos sitios.
Ahora sabemos la verdad. Y la pura (y cruda) verdad, según Uli Hoeness, es que a Jupp Heynckes le habría encantado seguir un año más en lugar de irse de paseo al parque con los nietecitos. Deben tener tal empacho de Guardiola en Múnich que hasta el propio Heynckes ha salido a decir que él es el jefe y futbolistas tan importantes como Ribéry se han visto en la obligación moral de poner en valor la figura de su actual entrenador afirmando que es el mejor que han tenido en la vida. A todo esto Guardiola, que como ahora conocemos ya había firmado cuando dijo que aún no lo había hecho, está desaparecido en Nueva York después de soltar la bomba. El resúmen de lo publicado es que las cosas se pueden hacer bien, mal, regular o como las han hecho el Bayern y Guardiola arrogándose para sí en esta farsa los papeles de Beatriz y Anichino y dejándole a todo un clásico del fútbol mundial como el señor Jupp Heynckes el más ingrato de Egano. Y está visto que él no quiere ser el cornudo apaleado.