Ha sido tal el efecto vivífico del Mundial que hasta Angel María Villar me parece Talleyrand. La victoria rejuvenece, la derrota envejece y el paso del tiempo ayuda a colocar cada cosa en su sitio. Que le pregunten si no a Cardozo por Casillas. Que le pregunten a Robben. Por eso, tras la victoria ante Portugal o Paraguay, ya no lo recuerdo, pedí un tiempo muerto y supliqué que dejáramos aparcados los debates hasta que finalizara el Mundial. Uno de ellos, por cierto, afectó directamente al titular de nuestra portería. En Sudáfrica se han visto auténticas cantadas, unas debidas al Jabulani y otras producto simplemente de los nervios o de la pura y dura ineficacia, protagonizadas por porteros de primer nivel mundial. Iker quizás, sólo quizás, tuvo un desliz ante Suiza, pero luego protagonizó seis partidos estelares y con intervenciones magistrales que han llevado directamente a España a conquistar el Mundial.
Hubo indudablemente un antes y un después de aquel penalti que Casillas le detuvo a Cardozo. De cuartos salió un Iker fortalecido y a prueba de debates malintencionados y chismorreos de bar, y tanto en las semifinales como en la final se comportó como lo que es, el mejor portero del mundo. Y digo debates malintencionados porque, careciendo igualmente de rigor desde mi punto de vista los puramente deportivos, no era reprochable que alguien creyera honradamente antes del Mundial que el portero menos goleado de la Liga debía ser titular con España. Siempre supe que Del Bosque jamás abriría ese melón, y mucho menos durante un torneo tan importante. Aplazamos durante veinte días los debates y hoy Villar parece Talleyrand y Casillas la reencarnación de la "araña negra", ya ven cómo son las cosas.
Otro que sale fortalecido es sin duda Vicente del Bosque. No existe en el mundo, probablemente con la excepción de Lippi, un entrenador de fútbol más laureado que el nuestro, el de la selección nacional española. Por lo demás, en momentos clave del Mundial, Del Bosque dio con la tecla dando por ejemplo entrada a Llorente contra Portugal o sacando desde el inicio a Pedro contra Alemania. A Del Bosque no se lo han puesto fácil. Durante la Copa Confederaciones aprendió a distinguir entre alabardas, estoques, machetes, dagas y navajas. Le estaban esperando a la vuelta de la esquina, pero el domingo, a eso de las once de la noche, recogieron los bártulos y se pusieron a gritar "¡yo soy español, español, español!", confundiéndose entre la masa. Me alegro por Vicente porque, a pesar de que aún hoy siga habiendo quien le niegue el pan y la sal, la obtención del Mundial le ha situado en su sitio, el más alto. Dicen que es un hombre con suerte, y es cierto; su suerte se llama Álvaro, tiene 21 años y el lunes fue el hijo más orgulloso y feliz del mundo. Enhorabuena a ambos. Felicidades a todos por aquel tiempo muerto que cambió un Mundial.