Acaban de darme una magnífica noticia de la que no tenía conocimiento: España es la selección de fútbol con mayor valor mediático de toda la Eurocopa. Eso, según la Universidad de Navarra, quiere decir que somos un equipo con muchos jugadores, y de forma muy destacada y especial Fernando Torres, "populares" (números de páginas web que hacen referencia al jugador) y "notorios" (número de noticias publicadas sobre el futbolista), lo que me recuerda aquella fabulosa frase del gran Victor Hugo en la que decía que la popularidad era la gloria en calderilla; nunca como en aquella ocasión estuvo tan certero el autor de Los Miserables. Seguro que Angelos Charisteas no aparece por ningún lado en el concienzudo estudio de los profesores Pujol y García del Barrio, pero suyo fue el gol que, con un estadio y toda una nación en contra, le valió a Grecia la Eurocopa de 2004, la más sorprendente de la historia.
Después de aquello, Charisteas fue dando tumbos de aquí para allá, recalando primero en el Werder Bremen de Alemania, luego en el Ajax y el Feyenoord de la Liga holandesa, para acabar regresando a la Bundesliga tras fichar por el Nürnberg. Está claro que si el concepto "cero patatero" estuviera recogido dentro del baremo aplicado por la Universidad de Navarra a la hora de extraer el valor mediático de un jugador de fútbol, ese sería sin duda el que habría que aplicar a Charisteas, y sin embargo no existen en el mundo estudios, fórmulas matemáticas, clasificaciones, divisiones o análisis de laboratorio capaces de expresar con la suficiente claridad lo que sintió el 9 de Grecia cuando, allá por el minuto 57, hizo enmudecer a los 62.865 espectadores asistentes al Estadio da Luz de Lisboa y, por extensión, a Portugal entera, un país que esperaba su Eurocopa. Angelos sí que tocó la gloria con los dedos, dejando la calderilla mediática para Ronaldo, líder destacado, por cierto, del nuevo ranking de los populares de 2008.
Ojalá, por una vez y sin que sirva de precedente, olvidemos que somos tan populares y tan guapos y crucemos al fin nuestro particular Rubicón de los temibles cuartos de final, dejándoles a otros en herencia la maldita calderilla mediática. Sólo una vez, en la Eurocopa de 1984, en una situación muy similar a la de Grecia hace cuatro años aunque jugando al fútbol mucho mejor de lo que lo hizo el equipo de Otto Rehaggel, con una selección muy poco mediática y compuesta en su inmensa mayoría por futbolistas bastante feos, estuvimos a puntito de dar la campanada en el mismísimo Parque de los Príncipes de París, jugando la final contra Francia, la selección anfitriona. Rozamos la gloria, pero no llegamos a tocarla, y al final se la llevaron el actual presidente de la UEFA, Tigana, Giresse, Bats y Bossis. Si por algo me alegró la victoria de Grecia fue porque absolutamente nadie, ningún sesudo experto en fútbol internacional o estudio universitario, fueron capaces de adelantarnos lo que iba a pasar, la gesta griega y la gloria de Angelos Charisteas, un delantero centro que no es nada popular pero que pasó a la historia del fútbol mundial.