Este mediodía, en Fútbol EsRadio, sobrepasando claramente los límites de mi negociado, que es el deportivo, y por lo que pido perdón de antemano, le decía a mi amigo Juan Pablo Polvorinos que me había gustado mucho la entrevista que le había hecho al portavoz parlamentario de Ciudadanos, Edmundo Bal, porque algunas respuestas suyas tienen la virtud de ofrecernos en tiempo real una foto fija de la situación de debacle total de su partido político y también sirven para anticiparnos lo que dentro de muy poco será un hecho inevitable y cierto, o sea su desaparición de la escena política española. Me ha venido a la cabeza lo que le he dicho a Polvorinos a propósito de su entrevista con Bal porque, trasladándolo todo al asunto deportivo, algunas respuestas de dirigentes y ex directivos del Fútbol Club Barcelona nos sirvieron a algunos (muy pocos) para anticipar el desastre financiero culé, la quiebra económica actual y la situación deportiva caótica a consecuencia de ambas. Mientras la inmensa mayoría del periobarcelonismo miraba hacia otro lado cuando no aplaudía a rabiar directamente las decisiones de quienes dirigían el club, otros estábamos viendo en dichas decisiones, en sus palabras y en algunas de sus reacciones la que se avecinaba.
Las palabras de Bal explican por qué Ciudadanos, que pudo haberse convertido en el primer partido político español, desaparecerá primero en Castilla y León y luego, y definitivamente, en el resto de España. Las palabras de hoy del ex presidente del Barça Joan Gaspart en Radio Marca explican mejor que cualquier otra reacción o situación el por qué uno de los clubes más poderosos del mundo está endeudado hasta las cejas y acaba de declarar una deuda de 1.350 millones de euros. En un momento de la entrevista Gaspart dice que si el Barça está así es porque se somete a un control muy férreo y es una situación pública y con las puertas abiertas. Y como la cabra tira al monte, el ex presidente azulgrana no puede evitar nombrar al Real Madrid y dice lo siguiente: "En el Real Madrid eso no es así, lo que pasa en el Real no lo sabe nadie. Lo único que la gente sabe es que hay un superempresario al frente, se organiza una reunión de compromisarios en la que cuesta encontrar a dos que no están de acuerdo. En el Barcelona somos diferentes". O sea, incluso con el agua al cuello, con el castillo de naipes derrumbándose y con el ADN por los suelos, ese permanente e insoportable aire de superioridad moral, que ha sido precisamente lo que les ha conducido a esta situación.
Ayer (no hace un mes o un año, no, ayer mismo) a pregunta de Marçal Lorente sobre las comisiones de fichajes, Laporta aseguró que lo que no iba a hacer él nunca era inflarlos e hizo referencia precisamente al coste de Neymar, que aún hoy no está claro. La anterior directiva aseguraba que había costado 17,1 millones de euros mientras que el padre del futbolista afirmó que el club catalán se había gastado 200 millones en él; y entre los 17,1 y los 200 millones existe un amplísimo rosario de cifras atribuidas a esa contratación de la que, aún hoy, no se sabe el montante exacto y eso que han transcurrido algunos años desde entonces. Hubo un socio, uno solamente, que pidió explicaciones y en Barcelona le hicieron la vida literalmente imposible. Si, como dice Gaspart, en el Real Madrid es difícil encontrar dos socios que estén en contra de la gestión de Florentino Pérez es por la sencilla razón de que, además de absolutamente transparente, la gestión del presidente del club blanco es sencillamente inatacable.
Por cierto que a la pregunta de si él cree que el Barcelona acabará convertido en Sociedad Anónima Deportiva, Gaspart dice, muy teatral como suele ser él, que eso será por encima de su cadáver. Pero es que tú, Joan Gaspart, ya eres un cadáver... deportivo, naturalmente. Lo llevas siendo desde aquel día que te fuiste a la cama con Figo atado y al siguiente te levantaste con Luis siendo presentado en el estadio Santiago Bernabéu. Que, con la que les está cayendo encima, Gaspart insista en ir por la vida como si fuera sir William Herbert, decimoctavo Conde de Pembroke y Montgomery, define mejor que cualquier otra cosa el estado real de la situación actual de este club en quiebra económica y en pleno caos deportivo. Les mató su aire de superioridad moral y esa diferencia con el resto que no es tal. Y ahora, arruinados y fichando desechos de tienta, insisten en mantener el título nobiliario cuando ya no tienen castillo donde colgarlo. Si, como Ciudadanos, el Barça fuera un partido político ya habría desaparecido. Pero el fútbol es otra cosa. Eso les salva. Y, en su día, Francisco Franco.