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El penúltimo raulista vivo

Funcionó la guerra psicológica

Samuel Eto'o no jugó ante el Zaragoza y su equipo perdió en la Romareda, regalándole así otro balón de oxígeno al Real Madrid que ya veremos si es capaz de aprovechar. Lilian Thuram decía el otro día que si Eto'o o cualquier compañero suyo recibía insultos racistas desde la grada, él abandonaría inmediatamente el terreno de juego. No sé qué pensar. Y no sé tampoco qué quiere que piense Thuram. Sinceramente no creo que haya racismo en el fútbol español y, sin embargo, la Liga de mi país está en boca de todo el mundo por gestos como el protagonizado en su día por el delantero camerunés o por frases como la del defensa francés.

Y ahora que hablamos de Francia, allí sí que tienen un verdadero problema con la xenofobia surgida en los campos de fútbol. En noviembre de 2006, un policía se vio obligado a disparar hacia una multitud para proteger la vida de un aficionado del Hapoel Tel Aviv que estaba siendo literalmente linchado por un grupo de ultras del Paris Saint-Germain. Días antes de producirse aquellos incidentes, que por cierto acabaron con una persona muerta, el político socialista Georges Freche, presidente de la región de Languedoc-Rosellón, hizo público su enfado porque hubiera "nueve negros" en la alineación de la selección francesa de fútbol, mostrando a continuación su preocupación porque dentro de poco hubiera once cuando "lo normal sería que hubiera tres o cuatro" y "si hay tantos es porque los blancos son una nulidad".

Tengo entendido que Thuram y Ronaldinho jugaron en Zaragoza y no tuvieron absolutamente ningún problema. Está claro que en la grada esperaban a Eto'o desde la temporada pasada y produjo cierta decepción que no se atreviera a visitar la Romareda. Le esperaban con pancartas y cánticos alusivos preparados a tal efecto, como esperaban a Míchel cuando el Real Madrid iba a Pamplona y a Guti cuando viaja ahora a Villarreal. En ambos casos, de forma estruendosa y reiterativa, se cuestiona la orientación sexual de ambos jugadores. En el caso de Míchel, hoy entrenador del Castilla, aquello se convirtió en un sonoro recurso antes, durante y a la salida de los partidos. El fenomenal centrocampista madrileño jamás osó abandonar un campo por aquello; es más, acabó tomándoselo a chanza.

Dudo mucho que quienes gritaban aquello de "¡Míchel, Míchel, mari...!" supieran realmente qué es la homofobia, del mismo modo que quienes chillaban "¡Uh, uh, uh, uh!" en la Romareda cada vez que le pasaban el balón a Eto'o pensaran en otra cosa que no fuera desestabilizar a un jugador contrario, al mejor jugador contrario. Con Samuel lo han conseguido y no me cabe la menor duda de que volverán a intentarlo la próxima temporada. Es público y notorio que su tendinitis ha sido sólo una excusa para impedir que perdiera la cabeza. Últimamente la pierde demasiado y por demasiadas cosas. El caso es que no estuvo en Zaragoza y su equipo perdió tres puntos. Con este chico funciona eso de la guerra psicológica.

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