Pongámonos en lo peor. Supongamos que Angel María Villar Llona pudo acabar lo que en su día, gracias al soplo de los nativos de Puerto Rico, comenzara Juan Ponce de León allá por el año 1513 y que, por esas extrañas coincidencias que tiene a veces la vida, el ex centrocampista vasco hubiera dado con la pista definitiva de la localización exacta de la misteriosa fuente de la eterna juventud que no pudo encontrar, por mucho empeño que puso y mucha expedición que organizó, el bravo conquistador castellano. Villar ha dicho hoy que, si de su poder internacional dependiera, él estaría como presidente de la federación española de fútbol otros 250 años más. Para entonces, (año 2258) Villar tendría 308 años y, dando por hecho que habría sido lo suficientemente generoso como para compartir su secreto con Joseph Blatter, las próximas velitas que apagaría el cronometrador suizo, un pelota en cinco idiomas, sumarían un total de 322.
¿A que da mucho miedo? Por nuestro bien espero que todo fuera un cuento chino y que la mítica isla de Bimini existiera sólo en la calenturienta imaginación de la tribu de los arahuacos. ¿Se imaginan ustedes a Villar repitiendo machaconamente eso de fúlbol hasta el siglo XXIII? Al lado de lo que ha dicho esta mañana el poderosísimo presidente de la federación española de fútbol, la amenaza gansteril de Blatter advirtiéndonos a los españoles, con Ramón Calderón como mudo testigo y eso a pesar de que el chantaje se produjo en las instalaciones del Real Madrid, del catálogo de plagas deportivas que podrían asolar nuestras casas en el caso de que el Consejo Superior de Deportes siguiera adelante, me parece un inofensivo juego de niños. Si me dieran a elegir, yo preferiría la eliminación de España de la Eurocopa y el veto a nuestros clubes en la Champions League y la UEFA antes que tener ahí a Villar otros dos siglos y medio.
Hoy, como era de esperar, la Asamblea Extraordinaria ha respaldado sin fisuras la teoría de Villar de pasarse por el arco del triunfo la disposición ministerial que le obliga a convocar elecciones antes de los Juegos de Pekín. En el fondo de toda esta kafkiana situación se encuentra la profunda enemistad que mantienen desde hace tiempo el presidente de la federación española y el secretario de lo que nos queda de Estado para lo que nos queda de Deporte. Perdido en su habitación Villar y enrocado el número 7 de las listas del PSOE en su despacho, el jaque mate puede ser al final para nuestro fútbol, con t, vigésima tercera letra del abecedario español, y vigésima del orden latino internacional, que representa un fonema consonántico oclusivo, dental y sordo que el jefe del fútbol español no aprenderá a pronunciar correctamente aunque pasen otros 250 años más. Podría ser peor. Lissavetzky podría haber encontrado también el manantial. Menudo infierno. Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?