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El penúltimo raulista vivo

Fuera de juego

Ayer, mientras esperaba a mi buen amigo Juan Guerrero Burgos, abogado de pro y madridista sólo desde hace medio siglo, en La Paloma, un restaurante muy coqueto de la calle Jorge Juan, me dediqué a ojear embelesado un artículo de Ramón Besa, uno de los líderes espirituales de eso que en su día bauticé como el Club de Admiradores de El corazón atormentado de Arthur Rimbaud, para ver qué explicación daba al extrañísimo caso de una Liga, la nuestra en concreto, que contando entre sus veinte primeros equipos con el mejor de largo de la historia del fútbol universal tenía sin embargo a otro como líder, y destacado además, siete puntos por encima. Como esta situación les ha pillado en fuera de juego, no contaban con que este absurdo caso pudiera darse ni en mil años y el juez de línea no hace más que levantarles una y otra vez el banderín, algún razonamiento habrá que darle al hecho de que, siendo las dos de la madrugada y la noche cerrada, luzca sin embargo un sol radiante.

A lo que iba. La explicación de uno de los popes del arthurimbodismo aplicado al periodismo deportivo no era otra que enumerar la cantidad de cosas que el Barcelona había hecho mal hasta el momento, obviando las que seguramente debería haber hecho a la fuerza bien el Real Madrid, aunque fuera por pura casualidad, para estar ahí, en lo más alto de la clasificación. Créanme cuando les digo que el mecanismo del antimourinhismo, que es efectivamente una subespecie del antimadridismo, es más simple que el de un botijo, y sólo les diferencia el contenido: aguita fresca, a poder ser con un chorrito de anís, en el primero de los casos, y un impenetrable ladrillo en el segundo. La operación de acoso y derribo a Mourinho es aún más simple y algún día la explicaré como es debido.

Por cierto que hoy, tal y como estaba previsto en el guión, tras hablar Xavi y Messi de los árbitros parió finalmente la abuela y también lo ha hecho Sandro Rosell. El vicepresidente oyente del Barcelona tiene un claro concepto marxista (de Groucho, no de Karl) de lo que es tener principios, y los va cambiando según su propia conveniencia y dependiendo de cómo le vaya a él en la película. Este Rosell que ahora, en referencia al estamento arbitral, tiene la osadía de decir que la cosa no pinta bien, es el mismo que pone como ejemplo a la Premier cuando se trata de sancionar con cuatro partidos a un futbolista que le ha pegado a otro un pisotón pero obvia que en esa misma competición se castigó a otro jugador con ocho encuentros por insultos racistas. Está claro que el Real Madrid puede perder perfectamente esta Liga, y más aún después de haber conocido la conjura culé, pero lo que servidor está disfrutando viendo este espectáculo, eso ya no me lo quita nadie.

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