Hay una película de Rod Lurie del año 2000 que a mí me gusta mucho. No sé si es o no la mejor película de Lurie, que también dirigió La última fortaleza, que no está nada mal, pero a mí me encanta Candidata al poder, que es la película a la que me refiero. Es una película de suspense político que mantiene la tensión hasta el final, hasta que Jeff Bridges, que interpreta al ficticio presidente de los Estados Unidos Jackson Evans, da su pletórico discurso final. La historia, que no pienso destripar, gira alrededor de una senadora, Laine Hanson, a quien da vida Joan Allen, que es candidata ni más ni menos que ocupar a la vicepresidencia vacante porque el vicepresidente ha muerto de repente y tienen que buscarle sustituto. Casi al final, Laine Hanson le dice a Jackson Evans algo que se me quedó grabado en la memoria y que a veces repito como repito los hilos de Illie Oleart en Twitter. Le dice lo siguiente: "Los principios significan algo sólo si te atienes a ellos cuando son inconvenientes".
Ayer, con su doblete en las semifinales de la Copa italiana, Cristiano Ronaldo, que ya era el máximo goleador histórico del mejor club deportivo de la historia, se convirtió también en el máximo goleador oficial de la historia del fútbol mundial. El primero de Ronaldo supuso su gol número 762, igualando a Pelé y al austro-checo Josef Bican; y el segundo, el número 763, le elevó en solitario a los altares de los mejores goleadores de todos los tiempos. Conociendo como conocemos la voracidad competitiva de Cristiano, que siempre quiere más, no me queda ninguna duda de que tratará de ampliar su diferencia con Pelé y con Bican y, además, conseguir una cifra de goles suficientemente holgada como para asegurarle quedarse ahí para siempre porque únicamente hay otro jugador de fútbol en el mundo que podría superarle, Lionel Messi, que ahora mismo está a una distancia de 43 goles del delantero portugués. Cristiano cumple este viernes 36 años pero le ves jugar al fútbol y parece un crío, con la misma ilusión y probablemente con más ganas que cuando empezó. Como Messi, Ronaldo ya sólo compite consigo mismo y, ahora la Juventus de Turín, se va a beneficiar de su infinito e inacabable afán de superación.
Cuando se habla de la mala situación económica del Barcelona, a cuya debacle ha contribuido el faraónico contrato de 555 millones por 4 años que Bartomeu le firmó a Messi, hay alguien que, sin mover un músculo, sin aparecer en escena, sale muy favorecido puesto que su gestión es alabada por pasiva: hay que ver qué desastre es el Barcelona y, por contra, hay que ver qué balsa de aceite económica es el Real Madrid. El actor invitado a este drama culé se llama Florentino Pérez, que espera entre bambalinas a que alguien pronuncie su nombre en algún lugar del mundo. La escrupulosidad de Florentino a la hora de gestionar un dinero que no es suyo sino de los socios del Madrid se ha visto respaldada por un factor improvisado que nadie tuvo por supuesto en cuenta, el puñetero Covid 19, que también está asolando el mundo del fútbol, y que tiene aparentemente, y según los detractores del máximo responsable merengue, un lunar llamado precisamente Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro, en concreto los goles que sigue marcando el mejor de todos los tiempos.
Y aquí es donde encaja esa frase que Laine Hanson pronuncia al final de la película Candidata al poder: "Los principios significan algo sólo si te atienes a ellos cuando son inconvenientes". A esos principios, con los que puedes estar o no de acuerdo pero que existen, se aferró como a un clavo ardiendo Florentino Pérez cuando Cristiano quiso mejorar su contrato por encima de lo que él, como presidente del club, consideraba que era el umbral de lo razonable. Le pidió 100 millones, él los trajo y, con todo el dolor del corazón y seguramente asumiendo que Cristiano continuaría marcando goles como churros, le dejó escapar. Ni de lejos exigía por aquel entonces el que desde ayer es máximo goleador del fútbol mundial un contrato ni siquiera cercano al que Bartomeu le firmó a Messi, ni de lejos, pero, aún siendo inconveniente, el presidente del Real Madrid dejó ir a CR7 sabiendo que eso podría pasarle factura de un modo inmediato aunque asegurando a cambio la viabilidad del club a largo plazo y dejándole al presidente que venga detrás de él (espero que dentro de muchos años) un panorama razonable y no uno desolador como se va a encontrar probablemente Joan Laporta.
Agonizante y a punto de irse al otro barrio, Oscar Wilde, alojado pese a no tener un chavo en la suite de uno de los mejores hoteles de París, pidió al servicio de habitaciones que le subiera caviar y una botella del mejor champagne para acompañarlo. Y en pleno banquete, y consciente de que le quedaban pocas horas de vida, pronunció una de las frases más geniales que he escuchado jamás: "Estoy muriendo por encima de mis posibilidades". Florentino Pérez tiene las espaldas tan anchas como para soportar que incluso algún madridista le eche en cara que dejase marchar a Cristiano y me parece que todavía tiene un omoplato libre para que le culpen también del adiós de Sergio Ramos. Su visión de las cosas no viene dada por un primer plano, uno de esos que empleaba Sergio Leone, sino por un plano general. Florentino dirige el Real Madrid ateniéndose a unos principios que son sagrados para él y que va a llevar hasta las últimas consecuencias. Es muy impopular esto que voy a decir porque Florentino es odiado debido a su éxito profesional pero, y aunque a veces me saque a mí también de mis casillas, ojalá hubiera más como él.