Así se le quedó la mirada a Joan Gaspart, entre febril y distraída, entre perpleja y más perpleja aún, cuando hace doce años se enteró de que efectivamente Luis Figo le había dado el "sí quiero" a Florentino Pérez. Aún tuvo una semana para evitar lo inevitable, para impedir lo que no podía ser impedido, pero como el Marcos de Nueve Reinas no se dio cuenta de la auténtica dimensión de la operación hasta que le cerraron la puerta del banco en las narices debido al "corralito". Gaspart, yo creo que más de cara a la galería que otra cosa, juró cumplida venganza, y supongo que estará tratando de llevarla a cabo de a poquito, un día desde la Federación Española, otro desde la UEFA... El amigo Joan, y ahí está la historia, pagó los platos rotos, aunque el auténtico responsable de la huida de Figo fue José Luis Núñez, quien hoy, extrañísimamente, pasa por ser consideraro como uno de los grandes presidentes del fútbol español.
Contaré un cotilleo: alguien muy cercano por aquel entonces a Florentino Pérez me contó el nacimiento de aquella historia. Un día se le acercó y le preguntó: "¿Cómo crees tú que yo me aseguraría la elección como presidente?", a lo que esta persona respondió: "No sé Florentino... ¡ficha a Figo!"... Florentino reflexionó un instante y al segundo dijo: "Está bien. Hagámoslo". La operación ya ha sido contada desde todos los ángulos. Fue sencillamente extraordinaria y redonda. Un candidato a la presidencia del Real Madrid le robó el corazón a su máximo rival deportivo y éste, en parte debido a la tremenda dejadez de Núñez, no pudo evitarlo. Es como si ahora Florentino fichara a Messi o Rosell a Cristiano, un golpe durísimo del que uno no acaba nunca de recuperarse.
Seis días después de que la noticia fuera publicada, Figo fue presentado como nuevo jugador del Real Madrid. Ese día, según él mismo confiesa, no estaba triste sino asustado. El caso es que uno de los dos o tres mejores jugadores del Barcelona del último cuarto de siglo confiesa hoy, cuando ya se ha retirado y cuando ya no tiene nada que perder o ganar, que aquella fue una gran decisión, que la tomó "por prestigio" y que vino al mejor club de fútbol del mundo. La presidencia de Gaspart se aturulló después de aquello y la cosa acabó como acabó. Y ahora Florentino, que en el fondo es un romántico, ya no quiere ir a por ningún jugador por las bravas y negocia antes con los clubes. Pero la operación, reitero, fue redonda y maquiavélica; tanto que aún hoy el barcelonismo sigue sangrando por aquella herida; lo bastante como para que, cuando Mourinho, Cristiano o Pepe visitan ahora el Nou Camp, se ceben con ellos por compartir nacionalidad con aquel extraordinario futbolista, el alma culé, que cambió de equipo para ser feliz.