Más que adhesión inquebrantable hacia tal o cual entrenador, lo que yo creo que demuestran las encuestas realizadas entre los socios y seguidores merengues es cierto hartazgo de los aficionados hacia el tratamiento que el club viene otorgando últimamente a sus entrenadores, lo que, si se me permite la expresión con reminiscencias a hamburguesa, refresco y patatas fritas frías, podríamos denominar tranquilamente como el fast trainer del Real Madrid. Esa dinámica autodestructiva, y no la falta de confianza en el proyecto que pueda encabezar un técnico en concreto, es lo que yo creo que subyace en el fondo del apoyo abrumadoramente mayoritario expresado hacia la persona de Manuel Pellegrini; el chileno hizo el ridículo en la Copa, se pegó un batacazo en la Champions y murió en la orilla de la Liga, bien es cierto que ante un intratable Barcelona, pero cayó en gracia desde el primer día porque habla y viste bien, se hace fenomenal el nudo de la corbata y sabe guardar las formas. Me parece que Florentino Pérez también ha extraído esa misma conclusión de las encuestas, de ahí precisamente el ofrecimiento que acaba de hacerle a José Mourinho para que dirija al equipo durante las cuatro próximas temporadas. Es una declaración de intenciones importante.
Cambia, pues, el librillo del técnico, pero lo hace también el del presidente. Pérez delega en un entrenador JASP que exige una fe incondicional en sus métodos de trabajo y la total y absoluta independencia para tomar las decisiones que él considere más oportunas. No es que Valdano y Pardeza vayan a ser empleados de Mourinho, no, sino que, mirado fríamente, la labor del propio presidente, que lo fía todo a esta apuesta, va a quedar reducida a la representación institucional, el encaje de los números y a intentar hacer realidad los deseos de su entrenador. Sinceramente no veo a Mourinho largándose de vacaciones mientras otros le confeccionan la plantilla o pasando por el aro de que finiquiten a jugadores expresamente pedidos por él en aras del equilibrio contable. Pero se me antoja difícilmente explicable que los seguidores madridistas exijan por un lado un proyecto a largo plazo y, cuando ya están viendo que el elegido por el club para tener la tan ansiada paciencia es ni más ni menos que probablemente el mejor entrenador del mundo, critiquen por el otro la destitución de Pellegrini. ¿Quién se habría atrevido a decir que el chileno se encontraba en la lista de los treinta entrenadores de fútbol más prestigiosos antes de su fichaje por el Madrid?... Yo desde luego no soy tan valiente.
Es cierto que a Florentino Pérez le han ido caducando los entrenadores con la misma velocidad que a mí se me fue cayendo el pelo, pero no lo es menos tampoco que la responsabilidad del fast trainer madridista no es sólo suya. Si echamos la vista hacia atrás nos daremos cuenta de que el Real Madrid ha tenido diez entrenadores diferentes en la primera década del siglo XXI: Del Bosque, Queiroz, Camacho, García Remón, Luxemburgo, López Caro, Capello, Schuster, Juande Ramos y Pellegrini. Hagámonos la siguiente pregunta: de esos diez entrenadores, ¿cuántos tenían realmente caché profesional para dirigir al mejor equipo de fútbol del mundo? ¿Uno? ¿Dos a lo sumo?... Está claro que los entrenadores que Pérez puso en la calle son responsabilidad suya, pero... ¿también los que no echó él?... ¿Alguien sabe cuántos entrenadores tuvo el Madrid en los últimos diez años del siglo XX?... Aquí va la lista: Toshack, Di Stéfano, Antic, Beenhakker, Floro, Del Bosque, Valdano, Arsenio, Capello, Heynckes, Hiddink, nuevamente Toshack y otra vez Del Bosque. Once entrenadores en diez años. Trece mudanzas en el banquillo del Bernabéu en esa década y, si mal no recuerdo, Florentino Pérez llegó a la presidencia en 2000. Lo que yo digo es que al presidente del Real Madrid no se le puede exigir estabilidad y arremeter al mismo tiempo contra él por ofrecerle un contrato de larguísima duración al hombre que ha ganado dieciocho títulos en ocho años como profesional. Dieciocho. En ocho. No parece coherente. No lo es.