Fabio Capello se levantó el sábado cedro y el miércoles se acostó caña, pasando así de la rigidez del berilio a la elasticidad felina que solía exhibir en las paralelas la inigualable Nadia Comaneci. Ese fue justamente el adjetivo que empleó el italiano para referirse a su relación con el medio actor David Beckham: "elástico". Pero, como ocurre en las eliminatorias a doble partido, Capello perdió la suya por goleada en la ida cuando, de forma y manera absolutamente sorprendente, condenó al inglés a permanecer durante seis meses en el limbo del banquillo, a la izquierda de Bravo y a la derecha de López, el portero de los trescientos mil euros al año.
Me dio por pensar entonces si la metamorfosis de Capello habría tenido algo que ver con lo sucedido durante la reunión mantenida entre la plantilla y el presidente Ramón Calderón. Creo que Beckham estuvo realmente sembrado en su papel de estrella herida. Hubo un momento, incluso, en que a sus compañeros, literalmente rotos por la emoción, se les pasó por la cabeza pedirle un "bis" al marido de la pija, sobre todo cuando éste, dirigiéndose directamente a Calderón y Mijatovic, les dijo eso de que ya no les respetaba. Recordó mucho a aquella otra escena de Vivien Leigh en Lo que el viento se llevó, cuando la dueña de Tara, clamando al cielo, dijo aquello tan emotivo de "¡A Dios pongo por testigo que nunca volveré a pasar hambre!". Ahí corroboró Beckham que no era sólo un medio actor sino un actor completo y con tablas. Cruise, toma nota.
Hay a quien le van los palos más que a un tonto un lapicero. A Luis Aragonés le sucede, por ejemplo, que si le tratas con excesiva cortesía termina faltándote al respeto. Lo tengo comprobado. A lo mejor resulta que Capello está encuadrado en ese grupo de gente ligeramente masoquista y, tras observar cómo se manejaba Becks en el albero con los trastos de matar, decidió que acababa de encontrar un hombre para una crisis. O igual nada tuvo que ver con nada y Capello dijo aquello porque sí. En este "proyecto zigzag" cualquier cosa es posible, incluso que el entrenador siente en el banquillo a un cojo con tal de no tirar de Beckham. Claro que eso aconteció el domingo, día en el que Capello era todavía cedro y no había completado aún su transformación definitiva en la elástica Nadia Comaneci.