En cuanto no le rinden pleitesía y le hacen la ola descubrimos al verdadero Pep Guardiola. Ayer, saltándose todas y cada una de las normas del juego limpio y la más mínima cordialidad entre equipos rivales, pretendió puentear a Camacho, ciscarse en la afición de Osasuna, pasarse por el arco del triunfo al resto de participantes en la Liga (entre ellos al Sporting de Preciado, presidente de su club de fans, que tuvo que meterse 861 kilómetros en autobús entre pecho y espalda) y hacer de su capa azulgrana un sayo culé. Y, como Pep nunca se equivoca y aquí no existe el término medio, debió confundirse el resto; debió confundirse el Zaragoza, que hizo el trayecto primero hasta Madrid y luego hasta Málaga en AVE, y desde allí en autobús hasta Almería; debió confundirse el Racing, que viajó hasta Madrid en autobús, y desde Madrid hasta Málaga en AVE; debió confundirse el Sevilla, que cogió el AVE hasta Ciudad Real y después un autobús hasta Villarreal... Todos errados, sin hache, menos Rabindranath.
En el colmo de la idiotez más supina y la simplonería más gagá, Guardiola le echó la culpa a la federación, a la policía y al hecho de ser de un país llamado Cataluña "que está ahí arriba, en una esquina". Pero ya no cuelan más las esquinas acomplejadas y melancólicas del hombre que mea Eau de Courrèges. Tagore está acostumbrado al Sport, El Mundo Deportivo, RAC 1 y TV3, pero hay otros periódicos, y otras radios, y otros canales de televisión. En lo que respecta a la federación, sin embargo, sí tiene parte de razón Guardiola. Conocí hace muchos años a Jorge Pérez, cuando era la mano izquierda de la mano derecha de Villar, que no era otro que Gerardo González. Jorge es un buen tío, pero el cargo de secretario general le viene tan grande a él como a mí me vendría el puesto de primer ministro británico; cuando miro hacia atrás sin ira y compruebo que don Agustín Domínguez ocupó hace treinta años ese mismo puesto me entra un vértigo de padre y muy señor mío: debe ser la degeneración de la especie.
Por cierto: es cierto que existe una norma no escrita que dice que el entrenador del equipo visitante habla con los periodistas antes que el entrenador del equipo local, pero también hay otra norma no escrita que dice que cuando hay un jugador de un equipo tendido sobre el suelo y el balón lo tiene en su poder el rival, uno lo lanza fuera por educación; Mourinho se pidió hablar "primer" en la rueda de prensa y el Valencia no tiró el balón fuera cuando un jugador del Real Madrid estaba sobre el césped: una X en la quiniela de los desagravios. De las declaraciones de Manuel Llorente acerca de que "en el Bernabéu cuando no es por el árbitro, es por el árbitro" no pienso decir nada hasta que Jaime Ortí, el de la peluca fosforito naranja, no me explique por qué aseguró en su día que la Liga de 2004, que acabó ganando por cierto su club, ya estaba concedida de antemano al Real Madrid. Tonterías las justas. Y para postizos, los de pelo natural.