Carmelo Peña Rodríguez, el albañil que el sábado se dirigió al estadio Manuel Ruiz de Lopera de Sevilla, ocupó su localidad, se puso a ver tan tranquilo el partido que enfrentaba al Betis con el Athletic Club de Bilbao y, llegado un momento determinado, agarró con fuerza una botella de plástico y la arrojó contra Armando Ribeiro como quien lanza miguitas de pan a las palomitas en el parque, causándole una herida inciso-contusa, hiperemia conjuntival, edema en zona postero-inferior de la retina y Edema de Berling, ha pedido perdón por lesionar gravemente al portero vasco. Puede que su perdón sea sincero o puede que sólo forme parte de una estrategia legal; quizás haya un poquito de ambas y sea cierto que el agresor está agobiado y pida perdón por su acto y, al mismo tiempo, su abogado le haya recomendado que pida mil veces perdón antes de irse por la noche a la cama. Ni lo sé ni me importa.
Vende mucho esto de pedir perdón después de cometer una locura. Pero lo realmente noticiable habría sido encontrarse con las siguientes declaraciones: "Estoy muy contento con lo que hice. Cuando le vi rodar por el suelo retorciéndose de dolor me entró un gustirrinín por el cuerpo... Si al Consejo de Administración del Betis y a la afición no les importa volveré a intentarlo el domingo que viene. ¿Contra quién jugamos?... Lo digo para ir preparando la botella. ¿Puedo saludar?" Al menos Carmelo sí es consciente de que no puede saludar, de ahí que anoche saliera del módulo penitenciario de la prisión Sevilla 2 avergonzado y cubriendo su rostro con un ejemplar del diario ABC. Este nuevo acto de salvajismo debería servirnos al menos para extraer conclusiones generales acerca de cómo frenar este tipo de actos aunque, por lo que he podido detectar hasta ahora, soy bastante pesimista al respecto. Anoche ya empecé a escuchar el tradicional, simplista y poco alentador "y tú más"...
Por supuesto que la afición del Betis no tiene absolutamente nada que ver con el tal Carmelo, pero la agresión se produjo en el interior de sus instalaciones deportivas, un estadio, por cierto, que lleva el nombre y los dos apellidos del dueño del club verdiblanco. Por supuesto que la afición verdiblanca reaccionó con prontitud dando caza al agresor, y por supuesto que el Consejo de Administración reprueba los sucedido el sábado por la noche, y naturalmente que hace bien en defender sus derechos, pero o la Liga toma cartas con firmeza en el asunto o esto acabará algún día con el Armando de turno sin poder levantarse del suelo, ya lo verán. No me vale lo que pasó en tal o cual campo hace un mes, siete o quince años, me vale lo que ocurrió hace cuatro días en el campo del Betis. En mi opinión, y a falta de la decisión que adopten los diferentes Comités federativos, el partido no debería reanudarse y el Athletic tendría que sumar tres puntos más en su casillero, pagando así un montón de justos a quienes les gusta el fútbol por un sólo pecador que perdió la chaveta. Y si en el futuro, ojalá no sea así, sucede algo parecido en Bilbao, Madrid, Valencia, Mallorca, Santander o Sebastopol, habrá que aplicar exactamente los mismos criterios. O eso o esperamos a que haya un muerto.