Schuster se ha despedido de sus jugadores por SMS: "Ha sido un placer trabajar contigo. STOP. Mucha suerte. STOP". Aunque no lo sepan todavía, Raúl y compañía son unos privilegiados, y si no me creen que le pregunten a Terry Venables; el inglés sustituyó a Schuster por Moratalla en una final de la Copa de Europa que se jugó en Sevilla y éste, ni corto ni perezoso, se fue a la ducha, cogió un taxi y se fue al hotel con Gaby y los niños. El mismo nos dijo una noche que el taxista, tras comprobar por el espejo retrovisor que llevaba montado en el asiento de atrás a un jugador del Barça, le dijo: "Pero, ¿usted no tenía que estar jugando un partido?"... Venables, que está a punto de cumplir los setenta años, todavía está esperando a que Schuster se despida de él, por lo que, teniendo en cuenta cómo se las gasta el alemán, un SMS de despedida tampoco está tan mal. La Catedral de Salamanca tiene muchas capillas que ver y no hay tiempo que perder con lagrimitas de cocodrilo.

Otro que no disimula su inmensa felicidad es Juande, y eso está muy bien. En ese equipo hace falta gente que tenga claro que pertenece a una selecta casta de privilegiados, un grupo de personas que trabajan en lo que más les gusta, ganan un pastón y están en el club más importante del siglo XX según la FIFA. Supongo que Juande tendrá más o menos la misma cara de satisfacción que cuando un niño, después de irse prontito a la cama porque esa noche llegan los Reyes Magos, se levanta por la mañana y ve el salón de su casa repleto de regalos. A Juande, que primero hizo fortuna en el Sevilla y después la ha redondeado en el Tottenham, le han regalado dirigir al Real Madrid hasta el mes de junio de 2009 y el hombre está como un chaval con Play Station nueva. Tiempo habrá si las cosas salen bien, habrá pensado el pedroteño, para sacarle el hígado a Ramón Calderón.

Si alguna virtud ha tenido la destitución de Schuster es que ha hecho felices al propio Bernardo Schuster, que ahora tendrá tiempo de sobra para degustar como se merecen esos deliciosos pinchitos de la Taberna del Tío Piche, también a su relevo en el banquillo y, por supuesto, a Pedja Mijatovic. Decía ayer Juande Ramos que no había tenido siquiera tiempo para mirarse en el espejo; cuando haya ido a afeitarse esta mañana habrá podido comprobar que en el espejo del hotel, tras su propia imagen, se refleja la cara eufórica de un hombre dichoso, la del director deportivo del Real Madrid que tiene un enemigo menos dentro del club del que preocuparse. Imagino que, como Calderón no tiene absolutamente nada que ver con las decisiones deportivas, se habrá sorprendido esta mañana al leer en la prensa la noticia del fichaje de Juande. Pero, por muy mal que vayan las cosas, a don Ramón siempre le quedarán dos apoyos inquebrantables: el de los Ultrasur y el de Joan Laporta. Ojalá se preocuparan tanto por él sus directivos como lo hace el presidente del Barça. El es, de hecho, la única persona que conozco que no está feliz y contenta con la destitución de Schuster. ¿Por qué será?... Preguntaré al espejito.