Dentro de dos semanas Sergio Ramos podrá negociar con el club que le plazca sin que su contrato con el Real Madrid, vigente hasta junio del año que viene, sea un obstáculo insalvable para ello. Hace un mes el Real Madrid se hundía si no renovaba ya a su capitán, hace tres semanas nadie entendía bien a qué estaba jugando Florentino Pérez, hace dos rastreábamos cualquier gesto de cariño o de distanciamiento entre ambos, algo que nos pudiera indicar si la ampliación estaba más cerca o más lejos, y hace una semana el asunto simplemente se agotó, se desinfló, perdió fuelle. Hoy, ahora mismo, en este preciso momento, a nadie parece importarle un comino si Ramos seguirá, si firmará por un año como pretende el club o si lo hará por tres como quiere el jugador o si simplemente no habrá acuerdo, se romperá la baraja y Sergio continuará su andadura profesional en el PSG, como llegó a especularse, o en el City de Guardiola o la Juventus de Cristiano. Y dentro de diez años, e independientemente del resultado final, que ojalá sea que Sergio Ramos continué en el Real Madrid, su trayectoria será un número, un dígito, un dato estadístico, poco más. Porque, y esto es lo que yo quería decir desde el principio, en el Real Madrid, que es una institución bastante tradicional en muchos aspectos, se respeta una ley inquebrantable desde tiempos inmemoriales: el club está por encima de todos y la leyenda es el escudo.
Es, como he dicho en repetidas ocasiones, un modo de gestionar muy diferente al modelo empleado por el Barcelona, por ejemplo. En el Barcelona asistimos a la pelea entre los dos máximos candidatos a la presidencia, Laporta y Font, por darle más cariño a un futbolista próximo a cumplir los 34 años, que ha gobernado en la sombra, que ha hecho y deshecho durante tanto tiempo que uno ya ni se acuerda y que cuando estornudaba cogía la gripe Cataluña entera. Lo más sensato, lo más patriótico, si es que puede emplearse este adjetivo aplicado al mundo del fútbol, habría sido dejarle ir cuando aún se podía sacar algún dinero por él, pero no, Bartomeu miró por él mismo y ahora Laporta y Font hacen lo propio porque interpretan que lo que quiere el socio es que Messi cuelgue las botas allí. Para todos ellos, para Bartomeu, para Laporta y para Font, Messi es más importante que el Barcelona, que tiene a Bruno el del mazo económico a la vuelta de la esquina, pero para Florentino Pérez lo importante es el Real Madrid, la estabilidad económica y no el postureo, no hay selfie que valga hipotecar al Madrid.
De los nervios se ha pasado a la relajación más absoluta y eso puede ser porque todo esté hecho o porque se haya decidido que es imposible hacerlo. Florentino Pérez no tiene redes sociales pero el capitán del Madrid sí y en su perfil de Instagram puede vérsele practicando su nueva afición, la de tatuador. Así que a catorce días para que Sergio pueda hablar con quien quiera de su futuro, la paz es tan grande, es tal la quietud, que a Ramos le da tiempo suficiente para meterse a tatuar, actividad que requiere un pulso firme y una mente despejada de nubes negras. Quién sabe si su primer diseño será una torre Eiffel. Quién sabe. Siempre me pareció una malísima noticia tratar de meterle prisa a Florentino. O más concretamente, me pareció una malísima noticia... para Sergio Ramos. Florentino Pérez las ha visto de todos los colores, de todos. Por su despacho han pasado futbolistas imprescindibles que dejaron de serlo después de un minuto de charla distendida, amenazantes representantes dispuestos a venderle al nuevo Pelé, entrenadores que tenían la poción mágica y cracks mundiales que se manejan en su día a día como Tom Cruise en Misión Imposible.
Pero en ese despacho, en el lugar de trabajo del presidente del Real Madrid, no rige el espacio Schengen sino el espacio Floren. Una vez dentro la gravedad de las cosas no es tal y lo que nosotros vemos desde fuera como excusa para decretar el Estado de Alarma es el día a día habitual. Si Leo Messi hubiera tenido un jefe como Florentino Pérez hoy, a sus 33 años, sería indudablemente mejor jugador en el Barcelona... o fuera de él, que es lo que le pasará a Ramos, que seguirá siendo un crack en el Real Madrid... o en el PSG. Pero si Ramos sigue siendo un crack en el Real Madrid, y mientras Florentino sea presidente, que a nadie le quepa la menor duda de que lo será con las condiciones del club y no al revés, que es lo que sucede en el Fútbol Club Barcelona y que ha llevado al club catalán a su actual situación.