Mi amigo y maestro Pedro Pablo Parrado, que también es un as a la hora de rebautizar al personal, le puso en su día Farolín a Javier Clemente por esa facultad tan suya de ir por la vida metiendo órdagos a la grande teniendo cuatro pitos en la mano. Otro queridísimo amigo y también maestro, y éste además de Bilbao-Bilbao, mi querido Jaime Ugarte, me recordaba el otro día que fue Clemente quien organizó uno de los mayores cismas de la historia del Athletic Club de Bilbao, y además con aquel equipo ganador de las dos Ligas seguidas, con el asunto de Sarabia. Resulta que la directiva le colocó en la siguiente encrucijada: "Imagínate por un momento que tienes la certeza absoluta de que con Manu ganamos y que sin él perdemos, ¿tú qué harías?"; a lo que Clemente respondió: "no ponerle". No hubo más que hablar.
El de poner de patitas en la calle a Preciado, que ha hecho verdadedos milagros con la plantilla del Sporting de Gijón, para sustituirle por Clemente pasará sin duda a los anales de la historia del fútbol como uno de los mayores errores que jamás haya cometido directivo alguno. Porque Clemente se ha metido tanto en su papel del socarrón y bravucón Farolín que ha acabado como Johnny Weissmuller o Bela Lugosi, pegando gritos el uno y pidiendo ser enterrado con la capa del Conde el otro tal y como hacían en las películas sus personajes, Tarzán de los monos y Drácula respectivamente. Clemente es ya más actor que entrenador de fútbol y no anda a la búsqueda de un nuevo equipo que entrenar sino de otro escenario en el cual poder representar su farsa.
El problema no es ya para el vasco que, por arremeter, ha arremetido incluso contra la Iglesia Católica, sino para la parte contratante, que en este caso es el Sporting, porque el equipo no sólo no mejora deportivamente hablando sino que va perdiendo pie jornada tras jornada en la Liga y ve también como su imagen se ve deteriorada. La última proeza de Clemente ha consistido en echarle la culpa al empedrado de quién confeccionó en su día la plantilla, dando a entender que con un 600 no se puede competir en igualdad de condiciones en una carrera de Fórmula Uno: le faltaba meterse con los jugadores y con los aficionados, ya sólo quedan libres de pecado los segundos. Mal por Vega Arango, que lleva en el fútbol más de 35 años y que se estará tirando ahora mismo de los pelos. Esa directiva ha embarcado a la fuerza al Sporting de Gijón en el Lusitania y ya no hay modo humano de arreglarlo. Se puede empeorar, sí, renovándole; y, al parecer, se lo están pensando.