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El penúltimo raulista vivo

Lo del tifo atufa

Sólo a un petimetre se le ocurriría utilizar una palabra tan fea como tifo, y sólo a un petimetre español se le pasaría por la cabeza emplear dicho término teniendo a su alcance una palabra tan bonita y tan redonda como mosaico. No hay color entre tifo y mosaico. A mí tifo me suena a flatulencia, a gas intestinal, a digestión incompleta, mientras que cuando pronuncio mosaico, que surge de Moisés, me vienen a la cabeza los mosaicos de Issos, Alejandro Magno, la Casa del Fauno, Filoxeno de Eretria, el camino de Albalete, La Olmeda... Vamos, que no hay color entre tifo, que es una porquería de palabra, y mosaico, que es preciosa, a pesar de lo cual el periodismo deportivo español ha asumido con alegría y pocas ganas de batalla el feo tifo para despreciar al noble mosaico.

Sirva esta breve digresión inicial para decir que el otro día, y con motivo de la disputa en el estadio Santiago Bernabéu del partido que enfrentó a Real Madrid y Atlético de Madrid, apareció en la grada un mosaico alusivo a La Décima y La Undécima acompañado de la leyenda "Decidme qué se siente", y que la aparición de dicho mosaico ha restado todo el protagonismo al partido en sí y, por supuesto, ha dejado en quinto o sexto plano la victoria del equipo local, el 3-0 y la posibilidad de que el Real juegue en representación del fútbol español tres finales de Champions en los últimos cuatro años. Todo con tal de quitarle mérito al Madrid, que ganó La Novena de forma indigna y que, con permiso del Atleti, podría conseguir La Duodécima (o La Docena, como también le gusta decir a Federico Jiménez Losantos) dentro de un mes en Cardiff.

Lo del mosaico, claro, es una chorrada. Pero lo que, en el fondo, encierra dicha chorrada no es más que la profunda instatisfacción, la frustración más irrefrenable, la impotencia más brutal ante la mera posibilidad de que un equipo sin presidente, sin entrenador, sin jugadores y, sobre todo, sin director deportivo, esté a punto de volver a hacer historia... otra vez. Que, con todo lo que se dice y se hace en los campos de fútbol, se pretenda ahora ajusticiar al Real Madrid porque sus aficionados colocaran el otro día un mosaico que podría haber firmado la mismísima Heidi, es como para que nos lo hagamos mirar. Hace años que en el Bernabéu no hay problemas y su afición anima sin ofender a nadie. Hace años que Florentino Pérez expulsó a los ultras. De inocentes que son, a los aficionados merengues sólo les queda animar a los suyos al ritmo frenético de las canciones de María Ostiz. Que esta caza de brujas haya surgido precisamente aquí, que haya sido promovida desde España, no es más que el síntoma de una enfermedad crónica, el antimadridismo más casposo del mundo. El tifo atufa, y no precisamente por su leyenda.

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