Mascherano decía ayer, justo antes de la disputa del United-Real Madrid, que el Barcelona era Disney hace tres semanas y que ahora parecía la casa del terror. Parafraseando al jefecito, que ha sido muy valiente diciendo lo que ha dicho porque igual acaba pasándole factura, yo me permito añadir que el antimadridismo se las prometía felices hace diez días, vivía cómodamente instalado en Disney y la vida le sonreía, pero que anoche, a la finalización del partido de Old Trafford (¡qué gustazo jugar allí!) pasó directamente de la casita de caramelo al hospital psiquiátrico abandonado de Kings Park. No hay más que echarle un rápido vistazo a los comentarios publicados en twitter por parte de los periodistas de bufanda antimadridista para darse cuenta de lo profundamente dolidos y tocados que han quedado después de los últimos 1-3, 2-1 y 1-2.
Al periodismo de bufanda antimadridista se le hacían los dedos huéspedes imaginando qué sería del Real Madrid si éste quedaba eliminado de Champions y Copa a principios del mes de marzo y a 13 puntos del Barcelona en Liga. El horizonte de felicidad que se abría ante ellos era espectacular y no tenía parangón: cuatro larguísimos meses para elucubrar, inventar, urdir, chantajear... Pero el Real Madrid Club de Fútbol, que por cierto hoy cumple años, es más grande que todos ellos y que todos nosotros y ha vuelto a dar la enésima lección. No sólo ha salido vivo el equipo de Mourinho de su semana de pasión sino que ha desactivado a su máximo rival deportivo, obligado ahora a sacar adelante un 2-0 en contra ante el Milan sabiendo que el club blanco ya está clasificado para cuartos de final.
El Manchester fue mejor que el Real Madrid, que no supo abrir la lata inglesa hasta que Nani fue justamente expulsado, y Mourinho fue mejor que el Manchester. De la actuación del colegiado, que repartió aciertos y errores hacia un lado y hacia otro pero que en líneas generales perjudicó más a los blancos, no pienso hablar. Ya he repetido mil veces que tanto Xavi Hernández como un servidor tenemos la norma de no hablar jamás de las actuaciones de los colegiados. El partido consagra definitivamente a Diego López, un chico maltratado en Sevilla, que salió de allí corriendo en cuanto Mourinho dio un silbidito y que acaba de coronarse en uno de los estadios de fútbol más emblemáticos del mundo. Fue simple y llanamente el mejor y yo me alegro mucho por él. Y ahora... a por la Liga.