Decía Groucho Marx que no era la política la que creaba extraños compañeros de cama, sino el matrimonio. Y, aunque no lo dijera Groucho, habría que añadir también al fútbol. Vean, si no, la fotografía que se han hecho esta mañana Ángel Torres y Michael Laudrup. El danés fue siempre la elegancia personificada dentro y fuera del terreno de juego, un futbolista modélico, un gentleman. No me habría extrañado nada que hoy hubiera aparecido vestido con esmoquin en la sala de prensa. Laudrup es un caballero, la imagen perfecta para una campaña publicitaria de Christian Dior o para Valentino, ahora que el modisto cumple cuarenta y cinco años en la alta costura. Laudrup no jugaba al fútbol, flotaba.
No existen testimonios orales, escritos o fotográficos de que el señor Michael Laudrup gritara nunca sobre un terreno de juego, ni dijera una palabra más alta que otra, ni fuera grosero, ni soez, ni se alterara jamás. En definitiva, le sobraba todo aquello que no fuera el simple y puro goce estético del juego del fútbol. Así, abstrayéndose, emergiendo sobre el campo, el bailarín danés impedía que nada ni nadie pudieran desviarle de lo que realmente le importaba, que no era otra cosa que la exactitud milimétrica de aquellos pases imposibles que daba mirando de soslayo al tendido 7.
No hay más que echarles un rápido vistazo al señor Laudrup y al otro para darse cuenta de que son dos extrañísimos compañeros de cama, la noche y el día, Jeckyll y Hyde, Ludwig van Beethoven y el Koala, el Conde de Montecristo y el Código Da Vinci. Ayer Nacho Villa tuvo la brillantísima idea de habilitar un número de teléfono para todos aquellos oyentes de la Cadena Cope que, ofendidos por el bodriospot del Demóstenes de Getafe, quisieran evidenciar su malestar. Han sido, y siguen siendo, muchas las personas que se han sentido heridas en lo más profundo de su corazón. Hay también quien opina, y es respetable, que no se puede denunciar la actitud impresentable y soez del presidente del Getafe y luego informar de la actualidad deportiva del equipo como si nada hubiera sucedido. Pero una cosa es el tal Torres y otra bien distinta el club, la ciudad y, por supuesto, sus socios y aficionados. En definitiva, el Getafe Club de Fútbol no tiene la culpa de estar presidido por este personaje, la antítesis del señor Laudrup.