No hay discusión posible si del marcador se trata: 1-0 para el Barcelona. Créanme que dentro de quince o veinte años nadie se acordará de la oportunidad perdida por Cristiano Ronaldo cuando, a pase de Kaká, se quedó absolutamente sólo delante de Valdés: es la eterna manía que tienen todos los entrenadores por jugar con un portero. Me he pasado un poco al decir que dentro de quince o viente años nadie se acordará de la oportunidad perdida por Ronaldo; dentro de dos días nadie se acordará de que el portugués pudo haber adelantado a su equipo en el Camp Nou. En su lugar lo hizo Ibrahimovic al poco de saltar al césped y el Barcelona ganó por la mínima. La victoria culé es incuestionable y quien suma los tres puntos en su casillero es el nuevo líder de la Liga. Nadie discute el 1-0, pero, a diferencia de las matemáticas, sobre fútbol sí se puede y se debe polemizar, y en esa pelea andamos.
Nadie del Real Madrid, que yo sepa, se ha mostrado alborozado por la derrota. Tampoco he escuchado a nadie hablar de victorias morales y cosas semejantes. El Real Madrid no iba a Barcelona a perder sino a ganar. En realidad, el Real Madrid ha ido 79 veces a Barcelona a ganar y sólo lo ha conseguido en 18 ocasiones. Y supongo que las estadísticas serán más o menos parecidas en el caso de las visitas del Barcelona a Madrid. Quiero decir con esto que, independientemente del estado en que se encuentre uno y otro equipo, lo más normal es que el Madrid pierda en el Camp Nou y el Barcelona lo haga en el estadio Santiago Bernabéu. Entonces, ¿por qué pienso que el Real Madrid salió reforzado, que no feliz, de la ciudad condal si quien ganó el partido y por lo tanto se llevó los tres puntos fue el Barcelona?... Porque el Madrid, según la mayoría de especialistas consultados, iba al matadero para ser sacrificado y a punto estuvo el sacrificado de darle un susto al ejecutor.
Quiero que vuelva a constar en acta, por si quedara aún alguna duda, que me encanta cómo juega el Barcelona y que me gustaría un montón que el Real Madrid jugara también así, pero ni existe un estilo único de jugar al fútbol ni hay tampoco un modelo que tenga que ser imitado por los demás. Alguien decía al final del partido: "triunfó el modelo del Barcelona". Mentira: el Barcelona, que tiene un modelo que incluye entre sus actuales postulados la más vergonzosa utilización política del fútbol, ganó un partido. Un partido. Tres puntos. Nada más. Y con la tristeza lógica tras haber perdido por cuadragésimo cuarta vez un partido de Liga en el Camp Nou, yo creo que el Real Madrid puede sentirse satisfecho porque, aunque a ráfagas, en Barcelona sí pareció un equipo de fútbol serio y competitivo. No se produjo la masacre. No hubo sangre. Nadie salió malherido. El Barcelona sufrió lo indecible para ganar y el Real Madrid se dejó de intermitencias para pasar a dar directamente las largas. Hay una Liga. Y dos estilos. Y, por cierto, tan constitucional es uno como otro. Sobre esto no tendrá que decidir ningún Tribunal.