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El penúltimo raulista vivo

El problema de Federer

No recuerdo quién dijo una vez que la importancia de un hombre también podía medirse por el nivel de sus enemigos. De ser eso realmente así, quien esto suscribe es un hombre poco relevante, una medianía, un auténtico asquito, un mierdecilla. Pero sí es cierto que otra forma de tratar de calibrar, por poner un ejemplo, la relevancia de Rafael Nadal dentro de la historia del tenis mundial, en la que ya se encuentra inscrito con brillantes letras de oro, es echarle un rápido vistazo a la lista de adversarios, que no enemigos, que aún le superan: Federer, Sampras, Emerson, Laver, Borg y Tilden, todos míticos, todos irrepetibles y todos, salvo el suizo, retirados hace más o menos tiempo. Nadie podrá negarme que esa es una lista harto significativa porque, medio siglo después de su adiós a las pistas, se continúa hablando de Emerson o de Laver, y se les sigue teniendo en cuenta a la hora de establecer el ranking de los dos o tres mejores tenistas de todos los tiempos.

Hará doscientos o trescientos artículos que me puse a reflexionar acerca del impulso que podría motivar a Federer a seguir compitiendo cuando ya había superado ampliamente a Sampras en el número de grandes torneos conquistados y sólo quedaban él y él; llegué a la conclusión, confieso que poco o nada original, de que el suizo competía contra sí mismo y trataba de meter el mayor número de metros cuadrados de tierra, o de hierba o de cemento, por medio entre él y el americano. Pero ahora tengo la impresión de que Federer, que es junto a Sampras y McEnroe el jugador de tenis más perfecto y completo que yo haya podido ver jamás, ya se temía lo peor cuando todavía iba ascendiendo el Tourmalet de su noveno o décimo Grand Slam, y sabía que ganar quince o dieciséis podría no ser suficiente; yo estaba equivocado y cuando Federer dejó de luchar con Sampras no empezó a hacerlo consigo mismo sino con Rafa Nadal, así es el mundo de la alta competición.

El problema de Federer es que Nadal sólo tiene 24 "primaveras" y aquellos que vienen por detrás aprietan poco, no parecen tener recursos suficientes para desbancarle y amenazan con quedarse en promesas eternas. El problema de Federer es que a Rafa, a quien, como sucede con todos los jugadores nacidos en España, quisieron limitarle su radio de acción a la tierra batida, se tomó con tanto interés eso de aprender a jugar también en superficies rápidas que ahora mismo no hay especialista en el mundo capaz de concretar cuáles son sus límites reales, si es que los tiene. El problema de Federer es que él ya no es el mismo mientras que Nadal ha superado todas y cada una de las pruebas de estrés a las que ha sido sometido, aparece rejuvenecido, fuerte como un toro e infranqueable mentalmente. ¿Qué podría motivar a Rafa a seguir entrenando tan salvajemente como lo sigue haciendo cuando ya lo ha ganado todo?... Más pronto que tarde llegará un día en que Nadal deje de competir con Federer y, éste sí, pase a hacerlo consigo mismo para que nosotros podamos presumir de compartir nacionalidad con el mejor tenista de la historia. De momento tiemblan Borg y Laver, luego le tocará a Emerson. Tacita a tacita...

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