Quiero decir que yo, a diferencia de otros benditos colegas de profesión que comparten merienda con él, desconozco si de negros o de blancos, en Las Rozas, o a los que incluso dirige desde la banda en estos partidillos benéficos que suelen organizarse por Navidad entre periodistas y toreros o artistas, no conozco personalmente al "portacoz", (término acuñado, creo, por Alfonso Azuara) de la federación española de fútbol. Ni quiero. Si fuera yo fontanero, taxista o pastor no me importaría en absoluto, pero siendo periodista deportivo no me parece bien eso de intimar con alguien a quien, a lo mejor, con el transcurrir del tiempo, he de dar un tantarantán. Sé que Jorge Carretero está puesto ahí por el Ayuntamiento de Villar para torearnos a los periodistas, pero hay veces en las que sus explicaciones resultan tan cómicas que uno no puede dejarlas escapar, y es justamente en esas ocasiones cuando agradezco de veras el hecho de no haber compartido jamás cruasanes con él porque así el dolor del palo es menor.
No referiré de nuevo aquí los graciosísimos, no por el fondo de la cuestión sino por el argumento "carreteril", episodios del mástil y de la bandera acaecidos respectivamente en diciembre de 2006 y marzo de 2007; tampoco tenía previsto dedicarle ni una línea a la explicación ofrecida por don Jorge para el hecho de que Diego Armando Maradona no tuviera un micrófono que llevarse a la boca y así poder ofrecer la rueda de prensa posterior al España-Argentina del sábado ("sí hay micrófono, lo que pasa es que no sabemos dónde está"). Esas son chancletas de tres al cuarto. Pero cuando el Parlamento Vasco, con la oposición del PNV y Aralar, en un hecho histórico para España y de un gran calado emocional, da por fin el paso de pedir que la selección nacional de fútbol y la Vuelta regresen a Euskadi, uno espera de la federación de fútbol, y en este caso de su "portacoz", algo más que una explicación del reglamento. Porque el reglamento, señor Carretero, me lo paso yo por el arco del triunfo si es menester, y ahora lo es, del mismo modo que ustedes lo hicieron falseando la historia del famosísimo centenario.
La selección española de fútbol no juega un partido en ninguna ciudad de la comunidad autonómica vasca desde el 31 de mayo del año 1967. Eso es así fundamentalmente debido a que allí se vive una situación anormal de la que supongo informados incluso a los federativos de Villar. Parece que este nuevo Parlamento vasco surgido recientemente de las urnas no piensa ceder al chantaje ni tampoco está dispuesto a pasar por el trágala de los criminales. El juego de la España de Del Bosque, ese fútbol del que todos nos enorgullecemos y que nos ha convertido en la primera selección mundial, es la mejor publicidad para un país que debe sufrir a todas horas el lastre independentista. Tan importante como acudir al Mundial y realizar en Sudáfrica un buen papel es que la federación se movilice para facilitar el que España, más de cuarenta años después, vuelva a disputar un partido, oficial o amistoso, en Euskadi. Eso es lo que el "portacoz" no fue capaz de transmitir correctamente. No seré yo quien diga que los cruasanes no están ricos y que los partidos contra toreros no son divertidos, pero ahora hablamos de cosas serias y no tengo el cuerpo para charadas. La federación, centenaria o no, ha de movilizarse para que España juegue en Euskadi como está mandado. Con mástiles suficientes. Y por supuesto con su bandera. Y si hay micrófonos en la sala de prensa tanto mejor.