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El penúltimo raulista vivo

El paraíso del bellotero

El viernes se estrena por fin en España 300, película basada en el cómic de Frank Miller y que cuenta la batalla de las Termópilas. No fueron trescientos sino tres mil, con un cero más a la derecha, los socios que respondieron ayer a la iniciativa de Arturo Baldasano, ex candidato a la presidencia del club, de recogida de firmas para la celebración de una asamblea extraordinaria en la que se debatiera el adelanto de las elecciones. Anoche, en El Tirachinas, el abogado de Baldasano reconocía que sus expectativas se habían visto claramente superadas puesto que ellos no tenían previsto que firmaran más de dos mil. Pero, tal y como está el patio, a mí esas tres mil firmas se me antojan ridículas, esperpénticas, una auténtica decepción. El Real Madrid sigue buscando a su Leónidas.

Si tenemos en cuenta que el club tiene setenta y seis mil socios, esas tres mil firmas son una nadería. Y si tres mil firmas me parecen pocas, ¡qué decir de los seiscientos valientes que se han tomado el tiempo y la molestia de apuntarse a la Plataforma Blanca! Ayer, ante un Nàstic que jugaba con diez, volvió a repetirse la misma historia de siempre en el estadio Santiago Bernabéu. Vi a Flores en El Rondo y coincido totalmente con él: si Iturralde no hubiera decidido dejar con diez a su equipo, el Nàstic lo habría tenido todo a favor para sacar los tres puntos de Madrid. El socio se desquició, protestó como suele hacer siempre que el Real juega mal, alborotó, ondeó pañuelitos blancos como ocurre en Las Ventas aunque por motivos bien distintos, y luego se marchó tranquilamente a su casa. Ni siquiera pudieron poner verde al presidente puesto que a Calderón le ha salido una oportunísima gira por las Américas.

El público paga y quiere que le den espectáculo. Punto. Aunque, parafraseando al rey Leónidas, la situación está tan mal que exige la movilización de setenta mil madridistas. Sinceramente dudo mucho que ésta se produzca.

El movimiento se demuestra andando y, desafortunadamente, este Real Madrid camina por la vereda de la esperpéntica Cofradía del Clavo Ardiendo, se mueve como pez en el agua por el albero de Toñín el torero, lucha con denuedo para evitar que le afecte el miedo escénico de su propio estadio y se conjura para recibir, como se recibía antaño a Bayern de Munich, Inter de Milán o Manchester United, a un equipo cuyo presupuesto total alcanza por los pelos los cuatro millones de euros, que es más o menos lo que le cuesta a David Beckham grabarse en los antebrazos una leyenda en indio de Rabrindanath Tagore. Es el Imperio de la Mediocridad, el Reino de la Vulgaridad, el paraíso del bellotero.

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