José Mourinho no sé, pero Santiago Bernabéu sí que le habría cortado el pelo a Neymar. Y le habría abierto al chaval una cartilla de ahorro para que no se lo gastara todo en chicas o en coches como le pasó a George Best. Y le habría exigido que estudiase para que, una vez abandonado el deporte profesional, supiera qué hacer con su vida y fuera lo que antiguamente se llamaba un "hombre de provecho". Pero aquellos eran, desde luego, otros tiempos; ni mejores ni peores, sólo distintos: formábamos en el patio, nos poníamos en pie cuando entraba el profesor, llamábamos de usted a las personas mayores, cedíamos nuestro asiento a las embarazadas cuando entraban en el autobús y si, llegado el caso y siempre por nuestro bien, el cura nos daba un coscorrón no aparecían por ningún lado los hombres de Harrelson.
No creo que a Mourinho, que tiene 39 días menos que yo, le haya molestado en absoluto la cresta de Neymar, que baile Ai se eu te pego o que tenga comportamientos de bebé sino la permanente indefinición del chaval. Cerrada de una vez por todas la operación con el jugador del Santos, el Real Madrid se ha puesto rápidamente manos a la obra y ya maneja una agenda de cinco o seis futbolistas jóvenes, al estilo de Varanne, pensando a medio y largo plazo. Mourinho, que es un lince, tiene un ojo puesto en el Madrid de la temporada 2011-2012, sí, pero el otro lo tiene en el Madrid de la temporada 2016-2017. Este concepto es conocido universalmente como "planificación": por primera vez en mucho tiempo el club están construyendo la casa desde los cimientos.
Dice el presidente del club brasileño, a quien no creo ni media palabra, que mientras a Florentino le sentó muy mal que Neymar permaneciera en Brasil a Rosell le dio lo mismo y estuvo muy educado con él; la explicación está clara: el primero había negociado arduamente y tenía dinero para pagar y el segundo no. Por cierto: hoy aparece en el As una magnífica entrevista de Marco Ruiz con Coutinho, componente, junto a Pelé, Dorval, Pepe y Mengalvio del Ballet Blanco del Santos. Coutinho dice algo interesantísimo: "Neymar no va a jugar en Europa: le tocan y se cae". De repente, leyendo sus declaraciones, he caído en la cuenta de que también es posible que la ambigüedad del chaval se debiera al miedo a acabar convirtiéndose en otro Robinho; y es que Brasil es una cosa y el Reyno de Navarra o San Mamés otra bien distinta. Y el miedo es libre.