De las declaraciones de Enrique Cerezo en la rueda de prensa de despedida del niño deduzco que a Fernando Torres deberán diseñarle un Atlético de Madrid a medida para que retorne alguna vez con su familia. Siempre entendí la historia al revés y, tonto de mí, me he mantenido hasta hoy en la creencia de que eran los buenos jugadores, con sus goles y con su fútbol, quienes convertían en grandes a los clubes que no lo eran, y en más grandes todavía a aquellos clubes que, como sucede con el Atlético de Madrid, tienen a sus espaldas una historia centenaria y plagada de éxitos. Ahora no, ahora uno tiene que confeccionar un equipo para una estrella. Hoy no me acostaré sin saber una cosa más.
Hay tres aspectos que me gustaría resaltar de la marcha de Torres. El primero de ellos es que la decisión ha sido totalmente suya. El segundo fue mencionado, aunque de pasada, por Antonio Sanz, uno de los hombres de confianza del futbolista, anoche en El Tirachinas: el Liverpool es el primer equipo que se interesa de verdad por Torres. Y el tercero lo ha dicho hoy mismo el propio interesado: "Espero volver algún día, cuando el club esté a la altura que se merece". Y me pregunto yo, ¿la altura que se merece el Atlético de Madrid o la altura que se merece Fernando Torres? Si, como confesó ayer uno de sus representantes, el Liverpool es el primer club que viene en serio a por el niño, la resistencia del futbolista a dejar colgada a su familia ha sido minúscula, insignificante, inapreciable. Oscar Wilde decía que la mejor forma de evitar la tentación era cayendo en ella. Según los datos aportados, Torres cayó a la primera.
Si Fernando no hubiera dicho nunca, por ejemplo, que no existe nada que esté por encima de los sentimientos, no vería mayor problema en que abandonara el Atlético de Madrid. Pero el caso es que Torres insiste en hacer declaraciones en ese sentido y, tal y como yo lo veo, el interés y el amor son incompatibles. Hoy mismo ha reiterado que su corazón siempre va a ser rojiblanco, pero al fútbol se juega con las piernas y esas estarán en Anfield Road, a miles de kilómetros del estadio Vicente Calderón. Hay atléticos que están felicísimos con que les amputen a Torres. Porque hay que dejarle volar, hay que dejarle crecer, hay que dejarle ganar. El Atlético le comprende, según su presidente, y le deja partir. Ojalá que cuando regrese con su familia, allá por el año 2013, el club esté a la altura que se merece. Aunque para entonces ya no tenga ningún mérito volver. El mérito de Torres era quedarse.