Fue casi más sorprendente la irrupción anunciada por Josep Pedrerol en Jugones de Zinedine Zidane como candidato a ocupar el banquillo madridista que su repentina marcha, cuando le dijo una mañana a Florentino Pérez que se iba a su casa y por la tarde se marchó a muebles La Oca a comprar un tresillo para el salón. Sorprendió por eso, más que nada, por el reconocimiento implícito por parte del presidente del Real Madrid de que, cuando el técnico francés le dejó aquella bomba de neutrones encima de la mesa, tenía sus motivos; o sea, el reconocimiento de que Zidane tenía razones justificadas para generarle al club un problemón del quince que ha derivado, aunque probablemente no sólo por eso, en una temporada absolutamente desastrosa.
Si Zidane se fue porque no quiso hacer la limpia que él mismo parecía sugerir con sus gestos que era necesaria, no es el hombre. Si Zidane pretende ahora que sea Florentino el que corte, limpie y suture a la espera de que llegue él al vestuario, no es el hombre. Anoche, en El Primer Palo, Paul Tenorio decía que uno de los motivos de la huída de Zidane a muebles La Oca fue que el francés quería que se renovase a Cristiano y prescindir de Bale, pero si el entrenador ganador de tres Copas de Europa en dos años y medio no fue capaz de argumentarle a su presidente esa necesidad, que yo pongo en duda, definitivamente no es el hombre. El ofrecimiento de Florentino, que existe, es noble e implica lo dicho, que se equivocó no haciéndole caso, pero, aun en el caso de que Zidane tuviera razón, el planteamiento fue equivocado: uno no sale corriendo con el rabo entre las piernas y a ser feliz sin una transición prevista; la elección de Lopetegui, que fue otro error mayúsculo, estuvo provocada por lo improvisado de una situación inesperada, y al final Solari, que es un cadáver a los postres, ha sido heredero de la grandeur de Zizou, que es la que lo desencadena todo.
El hombre es José Mourinho. Lo es porque la crisis por la que atraviesa el Real Madrid, ahora sí, es morrocotuda; el vigente campeón europeo y mundial no está acostumbrado a ver la vida de los otros pasar desde el mes de marzo; Mourinho es el hombre precisamente por lo mismo que aquellos que no quieren que venga esgrimen como argumento en contra de su llegada, porque en los tres años que estuvo en el banquillo madridista no ganó todo lo que se esperaba que ganara. Mourinho es el hombre porque él sí es capaz de protagonizar el aggiornamento blanco, porque él no va a eludir la responsabilidad de decirle a Florentino "éste sí, aquel otro no" y porque es un entrenador ganador, aunque ahora en horas bajas y justamente por eso con un ánimo reivindicativo, con un método y un estilo definidos.
La reconstrucción no va a ser sencilla; después de un batacazo como el protagonizado por Lopetegui y Solari la afición exigirá victorias y buen fútbol desde el primer partido de Liga, y puede que todo no llegue tan rápido. En caso de ser él finalmente el elegido, Zidane ya no contaría con el factor sorpresa, no vendría del anonimato sino que se le exigiría en función del caché de un entrenador ganador de tres Champions. Mourino es el hombre. Cuando me dicen que su llegada provocaría división entre la afición madridista esbozo una sonrisa porque... ¿cuándo no ha estado dividida la afición del Real Madrid? Lo que ahora se espera del nuevo entrenador blanco, que ojalá que no sea el insípido e incoloro Allegri, que me recuerda al cochero de Drácula, es que lidere una situación compleja en un club deportivo más complejo aún, un club que conviene conocer. Mourinho es el hombre porque, como suele suceder con él, desviará el foco, como diría Solari, hacia su persona; Mourinho es el hombre porque no le temblará la paletilla; Mourinho es el hombre porque, como hizo la otra vez, le dará la vuelta a la tortilla. Es el hombre. Es su hombre, presidente. Y usted lo sabe.