De acuerdo, el proyecto de la SuperLiga se explicó mal, parecía estar cogido con pinzas y casi nadie sacó la conclusión de que aquello fuera precisamente el fruto reflexivo y concienzudo de doce de los hombres más poderosos del fútbol mundial sino la sinfonía improvisada de una orquesta que desafinaba bastante. Todo eso se dijo ya, también se dijo que la nueva competición había nacido muerta y que, producto precisamente de todo ello, se fueron descolgando poco a poco de la cordada los primeros traidores: primero los seis ingleses, luego algunos italianos, más tarde el Atlético de Madrid... En el pecado llevan su penitencia esos nueve cobardes, que es lo que son, y creo que pasará mucho tiempo antes de que Miguel Ángel Gil y Enrique Cerezo puedan mirar directamente a los ojos a Florentino Pérez y a Joan Laporta, que ahí siguen aguantando las embestidas de la UEFA junto a la Juventus de Turín. Porque eso es lo que hace Ceferín, embestir con los cuernos como lo haría un toro.
Es cierto, insisto, que la SuperLiga se explicó mal y que sorprendió la poca elaboración del proyecto, que conociendo a quien estaba enfrente debería estar más detallado, pero a medida que van pasando los días la SuperLiga (o al menos la posibilidad de enfrentar a la Champions otra competición distinta) va consiguiendo más y más adeptos. Está claro que si Florentino, Laporta y Agnelli apuestan por su Copa de Europa es porque quieren más ingresos pero la SuperLiga pretendía (y aún pretende) combatir el monopolio uefístico, que está por cierto en el origen del comportamiento corneador tanto de Ceferin como de Al-Khelaifi y, aquí en España, de Javier Tebas. El presidente del PSG y el de la Liga de Fútbol Profesional han asumido los peores modales del capo de la UEFA y cada palabra de más que sueltan por la boca nos convence de la necesidad de acabar cuanto antes con ese tenderete que tienen montado entres tres o cuatro amiguetes. En lo expuesto por Al Khelaifi en L'Equipe no hay sólo una amenaza a Mbappé y al Madrid o al Barcelona sino la certeza absoluta por parte de ese caballero de que ahora mismo manda él. De hecho, de alguna declaración suya se desliza la idea de que en el fondo de las denuncias por la vulneración del fair play financiero por parte del club parisino se encontraban los dos transatlánticos del fútbol español, europeo y mundial. Mbappé no interesa a Al Khelaifi tanto como futbolista en cuanto que como rehén, como la pieza de una cacería, es el símbolo de su poder, es la cabeza del león que el hortera exhibe después de un safari.
Además, todos estos personajes son unos profundos y absolutos demagogos. Tebas, sin ir más lejos, ha estado con Gonzo en Salvados, el programa de La Sexta, y allí ha denunciado el sueldo que cobran algunos futbolistas; cuando el periodista le ha repreguntado acerca de que él se había subido el sueldo en plena pandemia hasta los tres millones y medio de euros, Tebas simplemente no ha sabido qué decir. No se ha quedado mudo, no, porque eso en Tebas resulta imposible, pero sus explicaciones han sido peores aún que el silencio: "¿Usted sabe lo que yo hago con mi sueldo? A lo mejor es mucho mejor lo que hago que bajármelo". Claro, Javichu, claro: tú lo donas a obras de caridad. Demagogia pura y dura, demagogia propia de quien tiene un negocio contra el que sabe que nadie puede competir.
"El fútbol es de la gente" es otro de los mantras repetidos por quienes se han mostrado desde el principio abiertamente contrarios a la SuperLiga. Pero eso es falso. Hace años que el fútbol dejó de ser de la gente. El fútbol es un negocio. En la Liga española, por ejemplo, los precios eran prohibitivos hasta que irrumpió en nuestras vidas el Covid 19. Si hay alguien en el que no piensa jamás Tebas cuando pone algunos horarios es precisamente en el aficionado medio. Algunos partidos se juegan a las diez de la noche, muchos a las nueve. El fútbol no es de la gente sino de los operadores televisivos. Si hoy la selección española sub 21 dirigida por el seleccionador nacional sub 21 ha jugado un partido amistoso con el traje de la selección nacional no ha sido, como explica Luis Rubiales, porque haya que respetar el calendario sino porque los derechos ya estaban vendidos y cobrados a una televisión.
Y hablando de la federación de fútbol y de la gente, a la que, según dicen, pertenece el fútbol. Ayer pasó de soslayo la decisión de Luis Rubiales de ampliar hasta el año 2029 el acuerdo con Arabia Saudí para que se celebre allí la Supercopa de España. Pero que nadie se engañe o se lleve las manos a la cabeza porque este acuerdo federativo no se va a firmar por los 300 millones de euros que garantiza a las arcas federativas, no, sino por un doble y loable beneficio: en primer lugar, para proteger los derechos fundamentales del hombre, tan castigados por aquellos lares; en segundo lugar, pensando en la salud del aficionado español, que ha practicado demasiado el sillón-bol durante la pandemia y que si recorre andando los 6.637 kilómetros que separan estos dos países habrá demostrado una resistencia a prueba de bombas y un corazón en forma. Ya lo decía el hermano de Manuel, Antonio: "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar".