Cuestionado por una jugada concreta del Español-Real Madrid, Bernd Schuster, que sigue demasiado nervioso, le pidió el otro día a un periodista que le hiciera el favor de mandarle un plan de trabajo por fax. Yo le habría seguido la broma al entrenador alemán: "Villarejo, por favor, cántame el número de teléfono. ¿A nombre de quién lo envío?" Cien faxes tendría que tener el Real Madrid en sus oficinas, y funcionando las veinticuatro horas del día, para que Schuster recibiera toda la información acerca de lo que no está funcionando bien en su equipo. Lo cierto es que habría acabado mucho antes si le hubiera pedido al periodista que le mandara por fax sólo lo que funciona bien: Iker Casillas. Punto. Pero a ese ni siquiera hace falta entrenarle, ¿o sí?
Ya puestos, alguien podría enviarle también por fax al alemán el contenido exacto del código de buena conducta que puso en funcionamiento el club allá por el 29 de septiembre. No han transcurrido ni siquiera dos meses desde entonces y Robinho, en quien el autor del texto seguro que pensó varias veces a la hora de redactarlo, se ha saltado el código de circulación merengue a la torera, o a la sambera para ser exactos. Ramón Calderón, que quería impedir a cualquier precio que se dieran en Madrid casos similares al de Ronaldinho en Barcelona, habrá podido leer en O Globo cómo su chico organizaba un fiestorro por todo lo alto. Aunque hay mal que por bien no venga: puede que Robinho no gane jamás el Balón de Oro, pero a lo mejor, quién sabe, le vemos en un futuro inmediato en Las Vegas compitiendo con Nacho Vidal por los premios AVN del cine porno.
Aún tengo fresca en la memoria la impactante imagen de los quince futbolistas del Slavia de Praga arrodillados ante sus aficionados, pidiéndoles perdón por los siete goles que acababan de encajar en el Fly Emirates Stadium. Aquí no hay perdón que valga, y quién sabe si al final habrá incluso sanción; a lo sumo, una cenita en el Txistu. Ahora, cuando oigo a Schuster, tengo la impresión de que un marciano se ha adueñado de su cuerpo: "Robinho necesita estar feliz, sin presión ni responsabilidades". Toma, ¡como yo, como tú, como él, como vosotros, como todos! Pero no fue eso lo que vendieron en el Santos, ni tampoco fue eso lo que el Real Madrid adquirió por treinta millones de dólares. Un futbolista que no quiere presión ni responsabilidades no ficha por el club con más exigencias del mundo. A lo mejor no valía lo que pagaron por él. A lo mejor no tendría que haber dejado nunca el fútbol brasileño. Que conste que son sólo algunas sugerencias. Por cierto, Villarejo, y ahora va en serio, ¿a qué número de fax se las mandó a Bernardo?