Massa dijo primero que tenía la "certeza absoluta" de que Alonso sabía todo lo de Singapur. Tal y como yo lo veo, y ante una imputación tan grave como la que hizo el brasileño, la certeza absoluta de la que hacía gala sólo podía proceder de las pruebas irrefutables, que eran justo las que le faltaban puesto que, transcurridas un par de horas desde que vertiera esa gravísima acusación hacia su próximo compañero de equipo, Massa, probablemente presionado por Ferrari, (y sin el "probablemente": presionado por Ferrari) añadió que sus palabras eran fruto de una impresión, "una sensación sin pruebas concretas". Acabáramos. No sé quién asesorará a Felipe pero lo cierto es que el brasileño se ha lucido de lo lindo. Y digo esto porque no era en absoluto necesario esperar a la velocísima rectificación (¡menuda vuelta rápida la suya!) para saber que las acusaciones eran indemostrables puesto que, de lo contrario, imagino que habría informado de inmediato a Luca di Montezemolo para advertirle de que estaba contratando a un tramposo.
De todos es conocido que a mí no me cae especialmente bien Fernando Alonso aunque también he de manifestar que detecto síntomas claros de que va mejorando de lo suyo. Eso no es óbice para reconocer que nos encontramos sin duda ante uno de los diez mejores deportistas españoles de toda la historia. Dudo que haya algún periodista que le haya dado a Alonso más palos que un servidor. No presumo de ello ni tampoco me arrepiento; no lo llevo a gala ni me gusta que me acusen de "anti lo que sea": lo hecho, hecho está. Supongo que si tuviera que ir revisando todos y cada uno de los 2.777 artículos que llevo escritos hasta la fecha en Libertad Digital habría algunos que matizaría, otros que corregiría y un montón que tiraría directamente a la papelera, aunque todos y cada uno de ellos expresaban exactamente lo que sentía en ese preciso instante. No creo que se me pueda exigir más. Dicho lo cual, no me parece de recibo utilizar las declaraciones de Massa para arremeter contra Alonso. No me parece elegante ni me resulta edificante. Es como tirarle arena a los ojos a alguien en el fragor de la batalla.
De Fernando Alonso me distancian su prepotencia y altanería, aunque quizás sin ellas no habría llegado a ser el mejor piloto de Fórmula Uno del mundo. A Fernando Alonso me acercan la alegría que prococan sus victorias en cientos de miles de compatriotas míos, habitantes de una nación vieja y orgullosa a la que, si nos descuidamos un poco, sajarán hasta que acabe desangrada. Alonso ha sido dos veces campeón del mundo de la Fórmula Uno y lo ha sido en nombre del Reino de España. Es, si me permiten la expresión, una "especie a conservar". Como el lince ibérico. O el urogallo cantábrico. O el oso pardo. O el águila imperial. Y no seré yo desde luego quien en esta ocasión tire con pólvora brasileña contra un indefenso Alonso. La FIA ha dicho que Fernando no sabía nada. Punto final. Darle pávulo a una declaración tan inconsistente como la de Massa, rectificada además al poco tiempo de ser realizada, me parece periodismo pornográfico. Habría que codificarlo o, en su defecto, mandar a los niños a la cama. Al menos en mis tiempos lo hacían así aunque ha cambiado tanto el cuento...