El periodismo deportivo español sigue colgado de una higuera con todo este asunto de las posibles consecuencias que para la Liga podría tener la ausencia del Barça y, en mucha menor medida, del Español. Ahora, cuando las patatas queman, a menos de cinco días para que se perpetre un golpe de Estado en Cataluña, a todo el mundo le entran de repente unas ganas locas de que el Fútbol Club Barcelona se defina y que su presidente, el acusado Bartomeu, nos descubra a todos si él es de aquí o es de allá, si tiene edad y porvenir y si ser feliz es su color de identidad. Y como Bartomeu, que podrá estar en el punto de mira de la Audiencia de Barcelona pero que de tonto no tiene ni un pelo, se da cuenta del nivel que hay a su alrededor, sale el otro día y hace la siguiente declaración de intenciones: "El Barça no entra en campaña electoral". Claro que el Barça no entra en campaña electoral, por supuesto que no; el Barça no entra en campaña electoral por la sencilla razón de que nunca ha salido de ella. El Barça nació en campaña electoral. Y, si al final acaba siendo arrastrado por su perversa ambigüedad, probablemente muera en campaña electoral o acabe convertido en un equipo de tercera categoría.
Alguien muy parecido físicamente a Bartomeu firmó junto a Laporta, Benedito y Freixa, que eran los otros tres candidatos a la presidencia del club azulgrana, un documento denominado "Compromís de País", que era algo muy similar a un apoyo institucional a la independencia de Cataluña. La firma no se produjo hace un siglo, no, ni hace veinte años; la firma se llevó a cabo hace tres cuartos de hora, exactamente el pasado 16 de julio. En su artículo de hoy del diario As, y refiriéndose precisamente a tan execrable acto, Alfredo Relaño dice que Bartomeu hizo entonces "lo que tocaba", muy en la línea del gran Groucho Marx: "Estos son mis principios. Si no le gustan... tengo otros". Así que hace dos meses "tocaba" ponerse del lado de los independentistas y ahora "toca" ponerse del otro, ¿no es así?... Si Javier Tebas no estuviera tan obnubilado con los valores que representan los cromos de Panini y si Miguel Cardenal no estuviera tan centrado en hacer desaparecer de nuestra memoria, enterrándolo todo en la fiscalía, lo sucedido en el Camp Nou con la pitada al himno nacional y la humillación al Rey, a lo mejor podrían haber sacado un minuto de su valiosísimo tiempo para poner de patitas en la calle a un club participante de la Liga española pero promotor al mismo tiempo del antiespañolismo. Menos valores y más gasoles, por no decir cojones.
Así que lo que "toca" hoy es ponerle también una vela a España después de que "tocara" colocársela a la República Independiente de los Países Catalanes. Si pudiéramos hallar en nuestros dirigentes deportivos el menor rastro de una difuminada pista de un recóndito camino que nos condujera hacia algo que pudiera asemejarse a un gesto parecido, aunque nunca igual, a eso que solemos conocer como dignidad, ayer, hoy y mañana habrían salido a contarles a los socios culés, que también observan en su mayoría un interesado silencio, las consecuencias deportivas que para su centenario club acarrearía una partición de España. Nadie, salvo ellos mismos, echaría de menos al Fútbol Club Barcelona en la Liga, nadie. El campeonato español seguiría su curso como si nada hubiera sucedido, como cuando desapareció el Club Deportivo Iliturgi. No entiendo, y jamás entenderé, la paciencia, fronteriza sin duda con la estupidez más supina, que aquí se tiene con quien juega con dos barajas y con las cartas marcadas. Ahora el periodismo deportivo, indefinido por definición y que no se sabe nunca a ciencia cierta si es macho o hembra, si viene o va, si sube o baja, pide al Barça que tome partido. No se enteran o no quieren enterarse. Siguen colgados de la higuera editorial. El Barça no entra en campaña, queridos míos, porque nunca salió de ella.