Entrenar al Real Madrid debe ser algo así como estar desembarcando un día y otro y otro más en las playas de Normandía, un inacabable, agotador y desenfrenado Día D que se le repite al inquilino de ese banquillo de un modo muy similar a como se le repetía el 2 de febrero a Phil Connors en Groundhog Day, Atrapado en el tiempo en España. Ya he dicho otras veces que el objetivo real no ha sido jamás la cabeza del técnico merengue sino el corazón de quien lo elige, Florentino Pérez Rodríguez, que de siempre ha caído rematadamente mal porque es muy rico y un empresario de éxito, y entre los muchos lujos que puede permitirse está el de dirigir el club de sus amores y mantenerlo alejado de las zarpas de aquellos que siempre lo han querido controlar en la sombra.
A estos mismos periodistas, que miraron convenientemente hacia otro lado con presidentes que protagonizaron escándalos mayúsculos y que sonrojaron al madridismo, ahora les parece incluso mal que Florentino pretenda rentabilizar el nombre del estadio Santiago Bernabéu cobrando 170 millones de euros por ponerle un segundo apellido que no será De Yeste. Pero volvamos al entrenador, hoy Carlo Ancelotti, ayer José Mourinho... El italiano lleva aquí cuatro meses y medio y para un amplio sector de opinólogos su proyecto está en la UVI, herido de muerte. A diferencia de Mourinho, a nadie se le ocurre hoy sacar a pasear el nombre de Toril como su sustituto puesto que el Castilla va como va, último de Segunda División y con muchos problemas, pero no me extrañaría nada que, tras las encuestas, empezarán ahora a circular las quinielas. El primero es Klopp, que gusta estando en Dortmund tanto como Mourinho gustaba estando en Londres o el propio Ancelotti en París. Klopp será bueno mientras se mantenga alejado de aquí, en cuanto venga le convertirán en un imitador de Mou, un bufón, un payaso.
El atajo para llegar hasta Florentino es Ancelotti porque a Cristiano se le ve demasiado fuerte y Bale, después de superar aquella gravísima lesión que estaba predestinada a dejarle impedido para la práctica profesional del fútbol, ha empezado a demostrar lo que es, un crack mundial. El atajo para llegar hasta Florentino es Ancelotti... y también Casillas. Y Ramos, a quien resulta que el entrenador está volviendo loco cambiándole tanto de posición. Ancelotti hoy, ayer Mourinho, ahora mismo Casillas, Ramos, la indefinición del italiano a la hora de confeccionar un once estable y ese retrato robot de entrenador manipulable, de técnico dispuesto a sacrificar decisiones deportivas por criterios comerciales. Todo eso, sí, y también la insoportable predisposición que muestra históricamente la afición madridista a abrir de par en par la boca en cuanto alguien le hace el avioncito y tragarse así el pastiche sin rechistar.