En vez de la bandera de España, un dado trucado. No vi la carrera de motos del domingo por lo mismo que tampoco vi el partido de fútbol contra Costa Rica del sábado, porque yo necesito tener un vínculo emocional con el deportista o deportistas que compiten para ponerme delante del televisor durante un par de horas en lugar de leer, ir al cine o irme a comer por ahí con los amigos. Esto, y más aún viniendo de un periodista deportivo, sonará a herejía pero, en el fondo, no lo es tanto: ¿cuántos periodistas deportivos españoles vieron el Mundial de curling mixto por parejas que se celebró este año en Lethbridge, Alberta, Canadá?... De acuerdo, el curling no es precisamente popular en nuestro país, pero seguro que si hubiera un español, pongamos por caso uno de Almadrava de Monteleva, en la provincia de Almería, con posibilidades de ganar el Mundial, muchos lo habrían visto.
El bádminton no es mucho más popular que el curling y yo madrugué para ver los partidos de Carolina Marín en los Juegos Olímpicos de Río. ¿Lo hice por el deporte?... Qué va. Lo hice porque jugaba una chica nacida en Huelva y que tenía posibilidades de darle sopas con honda a todas las orientales juntas, que las atacaban como O-Ren Ishii y su ejercito a Beatrix Kiddo, la Mamba Negra. Por eso me levanté tan pronto. Por eso y porque, al final, si ganaba Carolina, como así sucedió, sonaba el himno nacional español. Y por esa misma razón, porque no me siento concernido, no vi el partido de La Roja, La Bomboncito, La Marrón Glacé, ni tampoco vi la carrera de Cheste en la que participaba un piloto nacido en territorio nacional español pero que ya dijo la víspera que su bandera no era la mía, la de España, sino la del 93. Por cierto que, tal y como estaba anunciado, el 93 ganó el Mundial, lo perdió el 4, que era el mío, y, al parecer, según comentan los especialistas, el 93 está ahora en disposición de superar en Copas a Valentino Rossi, una heroicidad digna del mismísimo Hércules.
El viernes despedí El Primer Palo pidiéndole al 93 que me cerrara esta bocaza que tengo y que paseara por Valencia la bandera de España, dándome una lección de humildad. Nada me habría gustado más que empezar el programa de esta noche pidiéndole perdón al 93 y reconociendo su gallardía y su solidaridad con aquellos catalanes que, acosados por el independentismo, se lo juegan todo colocando una bandera de España en su balcón o saliendo a las calles para pedir libertad. Pero cuando el 93 dijo lo que dijo el jueves era porque ya lo tenía todo muy meditado. Debe ser que, como Piqué, el 93 tampoco quería perder demasiados followers por el camino, que según parece es una cosa importantísima al lado de la cual la nación española es una boñiga de vaca. Tranquilo, 93, tranquilo: sigues teniendo los mismos seguidores en Twitter, Facebook, Youtube, Instagram, Linkedin y Snapchat y tus anunciantes no te van a dar la espalda. La vida nos sonríe, 93. ¡A por Rossi!...