Vayamos al grano porque no querría perderme en demasiadas disquisiciones. No sé a santo de qué tanta polémica con el baloncito de oro que le han dado a Cannavaro. Totti y Sacchi se lo habrían dado a Buffon, Joan Gaspart a Ronaldinho, Calderón a Kaká, Cesc o Robben, por ese orden, y yo, para qué vamos a andarnos con más zarandajas, se lo habría dado a Monica Bellucci, que fue, por cierto, quien se lo entregó ayer al defensa central del Real Madrid y capitán de la selección italiana de fútbol que se proclamó recientemente campeona del mundo en Alemania-2006. A ella, a Mónica, la descubrí en "Malena", de Giuseppe Tornatore; un poco tarde, lo sé, es cierto, pero es que el cine europeo no me va. Me gusta, eso sí, Vittorio De Sica: "Matrimonio a la italiana", "Milagro en Milán", "El limpiabotas", "Ladrón de bicicletas", "El general della Rovere", aunque ésta la dirija Roberto Rosellini... ¡Esas sí que eran películas! Pero cuando veo una tontuna del saltimbanqui Roberto Benigni quito la tele. ¡Si Federico Fellini levantara la cabeza!
En fin, a lo que íbamos, que tampoco quiero perderme en demasiadas disquisiciones. Yo le habría dado a la Bellucci no un Balón de Oro sino ciento. Es más, si ella me lo pidiera, ahora mismo, en prueba de mi amor, le robaría los suyos a Alfredo di Stéfano y se los entregaría en el sitio exacto de la Unión Europea que ella me ordenase. Sólo haría falta un silbidito. Y me da igual el Photoshop y el photoshap porque aquí lo único que no está a debate es la rotunda, serena y majestuosa belleza de esta gran señora. Es más, si no fuera porque Cannavaro se levanta ya con la sonrisa profidén puesta, apostaría pajaritos contra corderos a que es tan feliz y dichoso por tener cerca a la gran M.B. Pero, ¿a santo de qué tanta polémica? Fabio confiesa que él también se lo habría dado a su amigo Buffon, pero que desgraciadamente no vota. ¿Entonces?
En Can-Barça están que trinan por la única razón de que han premiado a un futbolista del Real Madrid. No lo han hecho, claro, por lo que está demostrando aquí sino por lo que hizo allá, pero, al fin y al cabo, Fabio lleva ahora la camiseta blanca y, bordado en ella, cosido en su pecho, el escudo con la corona real concedida en 1920 por el Rey Alfonso XIII; y eso debe escocer, y mucho además, por aquellos lares. De verdad que a veces pienso que las portadas del Sport las diseña Joan Gaspart. Yo dejé de creer en el Balón de Oro y, por extensión natural, en France Football, la sopa de cebolla, Laurent Fignon, el queso Gruyère, Gerard Depardieu y el pastel de avellanas y patatas, aquel infausto día del año 2001 en que, pudiendo haber premiado al gran Raúl González Blanco, los franceses le regalaron el premio a Michael Owen, un tipo fenomenal, una gran persona, un hombre elegante y simpático, un gran jugador, pero que en aquella ocasión no se lo merecía. En aquel preciso instante dejé de creer en el Balón de Oro pero, a cambio, hoy tengo una fe ilimitada en las posibilidades de Malena, que, efectivamente, es el nombre de un tango que dice así: "tus ojos son oscuros como el olvido, tus labios apretados como el rencor, tus manos dos palomas que sienten frío, tus venas tienen sangre de bandoneón". Aunque, como ya dije al comienzo, no querría perderme en demasiadas disquisiciones.