Si a alguien le quedaba alguna mínima esperanza de que esta mañana Julen Lopetegui se comportara con cierta dignidad torera, ésta habrá saltado por los aires hecha añicos al comprobar cómo, después de que ayer Gerard Piqué dijera que a él la ley, la Constitución y el Estado de derecho le importan un bledo, el seleccionador nacional de fútbol haya vuelto a convocar al defensa central culé. Ambos, jugador y seleccionador, se comportan como lo que son, dos profesionales de los pies a la cabeza y de la cabeza a los pies. Pese a convocar a otros ciudadanos catalanes a rebelarse contra jueces, fiscales, policía y guardia civil, consciente del problema que ello puede suponer, Piqué siempre lo da todo sobre el campo por el equipo de Lopetegui, que no el mío, ya no. Y a pesar de que Piqué se pasa por el arco del triunfo lo que diga la justicia española, Lopetegui le convoca porque él está ahí puesto por el ayuntamiento de Villar y de Padrón para llevar a los que considere que estén mejor.
El que Piqué cruzara ayer la última línea roja hizo creer a unas cuantas almas cándidas que a Lopetegui le entraría de repente un arranque de orgullo, pundonor y carácter. Pero Julen es delbosquista o delbosquiano, equidistante y equilibrado, lleva un Conde Duque dentro de sí, o sea que es un profesional cabal. Y como profesional que es, Lopetegui sabe diferenciar lo verdaderamente importante, lo auténticamente trascedente, de lo que no lo es. ¿Qué es importante y qué no lo es?... Pues es importante que la selección se clasifique para el Mundial y resulta irrelevante ("ruido") que la nación española se rompa en dos gracias, entre otras cosas, a los mensajes de Gerard Piqué. En definitiva, La Roja, La Rojita, La Encarnadita, La Bermellón, La Salmón o como sea que se llame ahora esta selección tuneada, por encima de la nación a la que se asegura, aunque con escaso éxito en mi caso, estar representando.
Puesto que Piqué no va a renunciar a acudir al Mundial y Lopetegui no va a presentar su dimisión por seguir convocándolo pese a todo, yo dimito de esta selección. Me han robado a mi España. Me han robado a la selección nacional de la que yo me sentía orgulloso pese a que nunca ganase nada. Me la han robado en mis narices, me he dejado engañar y me siento impotente porque creo que no la voy a poder recuperar jamás. Así que, mientras estos profesionales continúen ahí, con ¡Arrea Larrea! y sus muchachos al frente, soy yo quien me veo obligado a dimitir de esta selección. A mí no me representan y he de confesar que decir esto o dejarlo por escrito no me provoca ninguna insatisfacción, más bien todo lo contrario. Sin ley no hay democracia y sin dignidad no hay selección. A la mía, a mi España querida, me la robaron, por eso presento mi dimisión.