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El penúltimo raulista vivo

Diez Rockys

Viendo el final del partido y de la eliminatoria del Coliséum entre el Getafe y el Bayern de Munich me vino rápidamente a la memoria una de las últimas escenas de Rocky, aquella en la que, después de haber estado combatiendo durante quince durísimos y agotadores asaltos, Apollo Creed, el poderoso e imbatido campeón mundial de los pesos pesados, el hombre que al principio advertía, soberbio y provocador, chulesco y grosero, que tumbaría a su adversario "¡en tres, en tres, en tres!", se agarraba a Balboa y le decía "no habrá revancha, no habrá revancha", a lo que Rocky respondía con un escueto "no la necesito". Como le sucedió anoche al Getafe, el potro italiano perdería por puntos aquel combate, aunque se ganaría para siempre el respeto y la admiración de todo el mundo y luego, por supuesto, gozaría de varias revanchas aunque efectivamente él no las necesitara; la del Getafe llegará el miércoles que viene, contra el Valencia, en la final de la Copa del Rey.

A Oliver Kahn, el Apollo Creed del tetracampeón de Europa, el ogro alemán, el portero prepotente que, cuando puede, saca la lengua y mete los codos, no le quedó más remedio que rendirse a la evidencia de la superioridad del Getafe, equipo que había jugado ciento quince minutos con diez jugadores, y, en declaraciones a la cadena SAT 1, no pudo por menos que reconocer que aquello no lo había visto nunca a lo largo de los ciento cuarenta partidos disputados por él en la Copa de Europa: "habíamos visto jugar al Schalke en Barcelona ante cien mil y hoy teníamos que jugar en un estadio donde caben quince mil y teníamos enfrente a un equipo sin nada que perder, que después de cuatro minutos se queda con diez hombres que luchan ciento veinte minutos como dementes". Fue tal la exhibición de fútbol y carácter exhibida por los diez del Coliséum que obró incluso el milagro de humanizar al mítico jugador del Bayern.

Probablemente sin saberlo, Kahn dio en la clave. Estamos tan habituados a andar racaneando y especulando con lo que tenemos que, cuando nos regalan un ejemplo de generosidad como el de ayer, recelamos de él y lo atribuímos sin pensar a la locura. "Están locos", punto. Bendita demencia la de los jugadores del Getafe. Bendita locura la que empujó a los Casquero, Contra, Belenguer, Cortés, Licht o Celestini a seguir golpeando, a continuar empujando con todo en contra. Esa demencia es la que transforma para siempre a los deportistas en héroes de leyenda, la misma locura que condujo a Rocky Balboa a pensar que él podría derrotar a Apollo Creed, ¿por qué no, quién se lo impide?... Hoy los niños, si es que aún queda alguno que todavía juegue al fútbol en el patio del colegio, no serán Robinho o Henry sino Gavilán y Abbondanzieri. Sí, sí, han leído bien, Abbondanzieri: entre los héroes no existe el reproche. Ayer, en el Coliséum, hubo sobre el césped diez Rockys. Y por supuesto que se tomarán la revancha. Por si Franz Beckenbauer siguiera sin saber por dónde queda Getafe, el miedo en los ojos de Khan, un hombre que lo había visto todo, puede servirle de navegador.

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