Entra dentro de la lógica que Diego López quiera salir pitando de aquí. Llegó en un momento de extrema necesidad para el Real Madrid, con Iker lesionado de importancia por primera vez en años, y ni siquiera el más descerebrado y fanático de los Tattaglia podrá negar que su actuación bajo los palos ha sido de 8,5 sobre 10. Y, aún así, los mismos que hasta hace nada se atrevían a criticar veladamente a Casillas por haberse quedado estancado en su progresión, que es coma arriba y punto abajo más o menos lo mismo que comunicó en su día al club José Mourinho, han visto el cielo abierto con la decisión del portugués de dejar sentado en el banquillo ni más ni menos que a un campeón del mundo, un flanco abierto y aparentemente débil por el que infiltrar a sus filas en una batalla que, no nos engañemos, era absolutamente extradeportiva y no tenía otro objetivo que derribar a un tipo que simple y llanamente les caía fatal.
Diego ha hablado sobre el terreno de juego y, en mi modesta opinión, su oratoria deportiva la habría firmado el mismísimo Demóstenes. Al igual que los surfistas ansían la gran ola, los Tattaglia tenían sueños húmedos con la gran cantada, que nunca llegó, de este lucense sencillo y cabal, un hombre esencialmente normal, un deportista profesional cuya única pretensión desde el primer día que llegó consistió en mantenerse ajeno a cualquier batalla intestina y limitarse a cumplir con su trabajo. Pero López ha sido un daño colateral e imagino que el perjuicio personal que se le ha ocasionado (algunos comentarios han sido realmente chuscos y desagradables) se habrá dado por bueno tras ver que Satanás Mourinho no sigue en el club.
Así que, volviendo al principio, no es extraño que Diego López quiera irse de aquí. Lo fundamental de la cuestión no es si Casillas es mejor o no que López, que en mi opinión sí lo es, sino si el entrenador que venga al Real Madrid, que parece que será Carlo Ancelotti, será o no capaz de mantener a buen resguardo la sacrosanta independencia que se le supone a cualquier técnico profesional que pretenda tomar sus propias decisiones. Del mismo modo que lo de Clos Gómez expulsando a Mourinho en la final copera por protestar una vez (cuando Simeone llevaba haciéndolo desde el minuto uno de partido) encerraba un mensaje para el técnico que se irá, la propulsión y posterior propagación del prostituido debate sobre la portería madridista encierra otro mensaje para el técnico que llegará. Matonismo en estado puro.