Capello, tras comprobar fehacientemente que se había equivocado con Beckham, injustamente apartado del equipo, solventó su propia incoherencia personal recurriendo al extensísimo refranero español y diciendo aquello tan manido de que rectificar era de sabios. Le costó Dios y ayuda al italiano darse cuenta de que el mobbing hacia el inglés no conducía al equipo a ningún sitio o, al menos, no a un sitio del que pudiera salirse sin la rápida intervención del Grupo Especial de Operaciones, y dio al fin su popeyesco brazo a torcer. Con cada nuevo plano del realizador de televisión dirigido al palco privado que los Beckham tienen en el estadio Bernabéu, el entrenador estaba más cerquita de perder el pulso con el jugador. Rectificó, pues, Capello, pero no porque fuera un sabio sino porque, de no haberlo hecho, se habría comportado como un auténtico imbécil.
Llegó el día en que la rectificación me toca protagonizarla en primera persona, no porque pretenda pasar por Platón, ni porque quiera ser "Valdanágoras" de mayor, sino porque no quiero que me llamen tonto por la calle. De todos es sabido que Emerson y Guti no son precisamente santos de mi devoción; del primero pienso que ya no tiene ni el fútbol ni la edad necesarios para los trotes que requieren un club como el Madrid, y del segundo creo, sigo creyendo, que es un jugador tan intermitente que, cuando aparece, o nos pilla a todos yéndonos del campo o nos coge en pleno ambigú. Ante el Sevilla, Emerson fue, por fin, el gran puma de Pelotas, un auténtico rebañador humano, y Guti protagonizó la irrupción más brillante que recuerdo de un jugador en un terreno de juego, hasta el punto de que él solito giró ciento ochenta grados el rumbo del partido.
Ayer oí a un indocumentado con tirón mediático, un "salsarosero" del periodismo deportivo, afirmar con su habitual desparpajo algo así como que el Madrid había convertido la presencia de Beckham en una cuestión de Estado. Es falso por indocumentado, como ya dije, pero también lo es por necio. Fue justamente en Sevilla donde, de forma absolutamente atropellada, pretendieron encajar a cualquier precio en el preámbulo del nuevo Estatuto de Andalucía la no presencia del jugador inglés. Al final, la extrañeza de Juande tuvo fundamento y Beckham no fue decisivo. En el duelo de candidatos disputado en el día de ayer, quienes marcaron la pauta fueron Emerson y Guti. El primero puede ir por ahí publicitando Pelotas. El segundo se las regaló, aunque con pe minúscula, a Van Nistelrooy y Robinho para que le dieran la vuelta a un partido de fútbol. Rectificar no es de sabios, pero no hacerlo cuando debes es de auténticos sansirolés.