Un gesto feo fue el de Walter Samuel llevándose la mano al oído tras haber marcado probablemente el único gol de toda su carrera deportiva en el estadio Santiago Bernabéu. De él, lo recuerdo como si fuera ayer, comenté en la Cadena COPE que se podía ser tonto, muy tonto y Walter Samuel. Para lo de Di María, tocándose con fruición los genitales justo cuando estaba siendo sustituido por Bale y en posición frontal con respecto a la grada que mayoritariamente le estaba pitando, simplemente no encuentro parangón. Y para un gesto sin comparación posible se han producido, claro, explicaciones incomparables; la de un colega argentino tratando de darle la vuelta al tocamiento escrotal para acabar diciendo que en España se le sacaba punta a todo lo que hacía Di María porque había una campaña para colocar en su lugar a Bale me dejó perplejo anoche en Tiki Taka.
Para mí el gesto es grave. Y debe ser que para el Real Madrid también lo es puesto que se le ha abierto expediente disciplinario al jugador y le han obligado a pedir perdón, luego para el club huele a culpabilidad el escrotazo. Seamos claros: Di María se la tocó porque se siente un incomprendido y porque, pese a que lo desmienta con la boca, no ha asumido que el galés de los 90 millones de euros sea titular por delante suyo. Lo más probable es que el asunto quede en casi nada, se olvide su gesto obsceno y maleducado y, cuando acabe la temporada, al chico le den el ansiado billete de ida por una cantidad de dinero razonable... si es que llega alguna oferta por él, que esa es otra. Pero Ángel di María tiene fecha de caducidad en el Real Madrid.
En manos de los futbolistas y sus familares cercanos, las redes sociales son más peligrosas que un kalashnikov en poder de un primate. Alguien debería explicarle a Jorgelina, la señora esposa de Di María, que ha sido su marido quien se ha ensuciado provocando al público que le da de comer, y suculentamente además. Por si fuera poco, Sergio Ramos va y aparece ayer felicitando los Reyes en Twitter con una foto de Michael Jackson tocándose sus partes. Maldita la gracia que tiene la puñetera broma, con lo sencillito que es contar el típico chiste del alemán, el francés y el inglés. Conclusión: José Mourinho realizó un análisis minucioso, pormenorizado y exacto de la situación que vive ese vestuario. Si son como niños... habrá que tratarles como a ellos.